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TDAH: pautas de control de los impulsos internos

Hablar de niños o niñas con TDAH es hablar de niños con problemas de control inhibitorio, tanto de los estímulos internos como externos.

Cuando los adultos pensamos en estímulos, lo hacemos por lo general en términos de «estímulos externos» (ya se trate de ruidos, de un compañero que habla o de cualquier otro distractor localizable en el entorno). Sin embargo, es bien sabido que los estímulos internos generan numerosos problemas al niño con TDAH. Nos referimos a sensaciones, pensamientos, emociones… estímulos que los padres no vemos, pero que interfieren y mucho en el rendimiento del niño.

Padres y profesores tratamos de controlar las fuentes de estímulos externas: vaciamos la mesa, sentamos al niño en primera fila, evitamos en lo posible los ruidos. ¿Pero qué ocurre con los estímulos internos?

¿Podemos controlar los estímulos internos?

Lo primero que debemos tener en cuenta es que identificar y controlar los estímulos internos es complicado para todos, también para adultos y niños sin ningún tipo de problema. Pero esto no significa que no podemos hacer algunas cosas.

Algunos trucos

Veamos algunas estrategias para ayudar a nuestros peques a controlar esta fuente interna de distracciones:

  • Concepto de heterorregulación: el niño o niña con TDAH no puede autorregularse y, por tanto, necesita que el adulto de referencia le ayude en la regulación conductual, emocional y cognitiva. Esto significa que tendremos que armarnos de paciencia, entender las dificultades de nuestro hijo y comprender que, a pesar de que hayamos limpiado la mesa y anulado toda fuente potencial de distracción, probablemente esté lidiando con unos cuantos distractores internos.

    Pongamos un ejemplo: estamos estudiando con nuestro hijo y, bien porque lo verbaliza o por su gesto de «estar en Babia», sabemos que tiene la cabeza en otro sitio y no está prestando atención a lo que le explicamos. La «hoja en blanco» puede se de utilidad en estas ocasiones. Se trata de algo muy sencillo: colocamos una hoja en blanco al lado de la tarea que está realizando y, cuando surja esa verbalización o veamos que no está concentrado, le invitamos a que canalice y exteriorice en la hoja eso que le genera interferencias. Puede escribir una palabra clave, hacer un pequeño dibujo… cualquier cosa que le recuerde lo que está pensando en ese momento.

    ¿Por qué hacemos esto? Porque así dejamos «aparcado» el asunto al que tantas vueltas le está dando para retomarlo en cuanto terminemos la tarea. Damos así salida a un pensamiento distractivo sin interferir en exceso sobre la tarea que el niño está realizando.

  • Entrenar en estrategias de focalización y mantenimiento de la atención en el estímulo externo: imaginemos que la profesora está explicando una lección y el niño tiene que mantenerse atento. Si adopta una actitud pasiva desde el principio, es fácil que pronto desconecte y aparezcan un sinfín de pensamientos.

    ¿En qué podemos entrenar a nuestro hijo o hija en este caso? En formular preguntas, por ejemplo. Está claro que no valen preguntas insustanciales cuyo único propósito es interrumpir la marcha de la clase. Pero podemos entrenar en casa la habilidad de compendiar y reformular en forma de pregunta lo que la profesora explica. Esto les ayudará a mantenerse atentos e impedirá -por el propio contenido verbal de la pregunta- que aparezcan otros pensamientos verbales.

  • Estrategias indirectas: nos aseguraremos de que, cuando nuestro hijo o hija se pone a estudiar o realiza una tarea que requiere concentración, estén resueltas todas sus necesidades básicas -que no tenga hambre, ganas de hacer pis, molestias o dolor- porque estas sensaciones van a ser fuente de distracción. De la misma forma, si notamos que nuestro hijo no está bien emocionalmente, porque está triste, preocupado o nervioso, hablaremos antes con él para tratar de solucionar esa cuestión ya que, de lo contrario, será un importante distractor.

  • Reducir el nivel de activación: si el nivel de activación del niño es muy alto tendremos que reducirlo a un nivel óptimo para que pueda dedicar recursos a la concentración. Esto no significa que le prohibamos moverse. Los niños con hiperactividad necesitan el movimiento: es su mecanismo de regulación. Vamos a ayudarles a reducir esa activación y proporcionarles estrategias para que puedan canalizar ese movimiento (los cojines vibradores comerciales pueden estar indicados para algunos niños. Se colocan en la silla y su vibración les ayuda a mantener la concentración).

  • Establecer ciclos atencionales asumibles: si el niño o la niña son capaces de mantenerse concentrados cinco minutos, plantearemos periodos de concentración de cinco minutos. Esto supone un esfuerzo importante, así que lo hablaremos con nuestro hijo o hija y le explicaremos en qué consiste ese «spring atencional»: lo daremos todo en esos cinco minutos y, como eso supone un esfuerzo, habrá una recompensa después: cinco minutos de descanso.

    No es necesario someter al niño a medio hora de estudio, entre otras cosas, porque será contraproducente. Es preferible hacer tareas cortitas con un buen nivel atencional (lo que implica un gran esfuerzo para el niño) y reforzar los logros con descansos frecuentes.


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