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TDAH

El trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad está considerado una de las causas más frecuentes de fracaso escolar y problemas sociales en la edad infantil. El síndrome aparece en la infancia y con frecuencia persiste en la edad adulta.

Los niños con TDAH son inquietos e impulsivos y les cuesta prestar atención y concentrarse. A pesar de intentarlo, son incapaces de escuchar correctamente, de organizar sus tareas, de seguir instrucciones complejas, de trabajar o jugar en equipo y de gestionar el tiempo. Su conducta impulsiva es causa continua de problemas con los padres, amigos y profesores. Por lo general, son niños incapaces de permanecer sentados mucho tiempo y muestran señales constantes de inquietud (tamborileo de dedos, movimiento de pies y piernas). El TDAH afecta negativamente a su rendimiento escolar pero también a su vida familiar y social.

El TDAH es un trastorno de origen neurobiológico cuya sintomatología principal es la hiperactividad, la impulsividad y la inatención. Los pacientes con TDAH muestran alterada la actividad de los neurotransmisores cerebrales (con una producción deficiente, en particular, de dopamina y noradrenalina), implicados en las funciones ejecutivas, pero también cambios en la morfología cerebral respecto a los niños que no padecen el trastorno. Sin embargo, también influyen otros factores:

Factores genéticos: los estudios familiares realizados ponen de manifiesto una mayor incidencia del TDAH en aquellos hogares en los que otros miembros de la familia padecen el trastorno.

Factores ambientales: factores tales como las complicaciones durante el embarazo, la prematuridad, la exposición del feto al tabaco, al alcohol o a los psicofármacos o el bajo peso del niño al nacer así como otras patologías padecidas durante la primera infancia del niño parecen contribuir al desarrollo del TDAH.

Factores psicosociales: aunque este trastorno puede afectar a cualquier tipo de persona, se observa una mayor incidencia en los entornos más desfavorecidos como colectivos en riesgo de exclusión, familias desestructuradas o niños en situación de acogimiento familiar.

Dependiendo del síntoma predominante, se distinguen tres subtipos de TDAH:

    • Predominio del déficit de atención: el niño muestra incapacidad para mantener la atención en tareas que exigen un esfuerzo mental sostenido. Se distrae fácilmente, tiene dificultad para recordar instrucciones y órdenes, olvida y pierde cosas con frecuencia y le cuesta organizar y planificar sus actividades.
    • Predominio de la impulsividad-hiperactividad: el niño tiene dificultades para permanecer quieto cuando las circunstancias lo requiere, habla en exceso y es incapaz de respetar su turno. Con frecuencia actúa impulsivamente sin valorar las consecuencias de sus actos.
    • Tipo combinado: el niño muestra una combinación de los tres síntomas: inatención, impulsividad e hiperactividad.

El TDAH se diagnostica generalmente en los primeros años de la educación primaria. Una vez que se verifica un claro deterioro en la actividad social, familiar, académica o laboral, se debe llevar a cabo un diagnóstico diferencial que descarte otros trastornos o problemas que comparten la misma sintomatología. Se trata de un diagnóstico complejo que debe ser realizado por un profesional experto en el reconocimiento y tratamiento de esta patología a partir de la historia clínica del paciente, de la exploración psicológica y psiquiátrica y de la información facilitada por profesores, padres, familiares y amigos.

El tratamiento del TDAH es más eficaz cuando se basa un abordaje multidisciplinario:

    • Terapia conductual: dirigida a corregir las conductas inadecuadas del niño y a mejorar su capacidad de autocontrol y de resolución de problemas así como sus habilidades sociales.
    • Terapia psicopedagógica: encaminada a mejorar el rendimiento académico del niño. En este apartado es fundamental tanto la intervención familiar como la escolar.
    • Terapia farmacológica: dado que el niño con TDAH tiene alterada la actividad de los neurotransmisores, lo que afecta sus funciones ejecutivas, en terminados casos el tratamiento farmacológico puede ayudar a mejorar la sintomatología nuclear y potenciar los beneficios obtenidos con el resto de las terapias.

¿Qué son las funciones ejecutivas?

La expresión función ejecutiva hace referencia al conjunto de capacidades cognitivas más complejas del ser humano cuya base neurológica se encuentra principalmente en el córtex prefrontal. Se desarrolla durante la infancia y alcanza su máxima actividad entre los 6 y 8 años de edad. Es esta capacidad mental la que nos permite establecer metas, organizar planes dirigidos a la consecución de esos objetivos, ejecutarlos organizadamente, supervisar esa ejecución, reconocer los logros y, dado el caso, corregir errores. Nos proporciona, por tanto, la flexibilidad necesaria para enfrentarnos a situación nuevas o infrecuentes y por, consiguiente, a adaptarnos a nuestro entorno.

¿En qué procesos intervienen las funciones ejecutivas?

  • Abstracción de ideas.
  • Selección, organización y priorización de objetivos y modificación de estos, dado el caso, por otros más adecuados.
  • Planificación de estrategias y anticipación de resultados.
  • Detección de errores y reconducción de la conducta con vistas a la resolución de problemas.
  • Mantenimiento de la atención, rechazado estímulos irrelevantes.
  • Coordinación de la ejecución simultánea de varias tareas.
  • Control y manejo del tiempo y el espacio.
  • Memoria de trabajo.
  • Supervisión y autocontrol.
  • Autocontrol y autorregulación de la conducta.
  • Inhibición de respuestas inadecuadas.
  • Mantenimiento de la motivación.
  • Adopción de decisiones.

Memoria de trabajo y TDAH

Entendemos por memoria de trabajo -una de las funciones ejecutivas del cerebro- un tipo de memoria a corto plazo capaz de retener temporalmente y procesar la información recibida a través de los diferentes sentidos mientras interviene en actividades cognitivas complejas tales como el aprendizaje, la comprensión o el razonamiento. A diferencia de la memoria a largo plazo, cuya capacidad es ilimitada, la memoria de trabajo tiene una capacidad limitada (7+/-2 unidades de información) y retiene la información durante un corto espacio de tiempo (alrededor de 20 segundos) antes de ser desechada y reemplazada por nueva información o transferida y almacenada en la memoria a largo plazo para su posterior recuperación. Es esta memoria la que se activa cuando decimos que «estamos pensando en algo» y es la que nos permite comprender e interactuar con nuestro entorno.

La memoria de trabajo está compuesta por tres subsistemas de almacenamiento que trabajan conjuntamente:

    • Sistema ejecutivo central: encargado de coordinar, distribuir la información almacenada en función de las tareas, atender selectivamente a los estímulos inhibiendo los que sean irrelevantes y activar temporalmente representaciones de la memora a largo plazo. Actúa bajo la supervisión de dos sistemas esclavos:

      • Bucle fonológico: encargado de almacenar y manipular la información verbal.
      • Agenda viso-espacial: encargado de almacenar y manipular la información visual o espacial.

La memoria de trabajo puede sufrir deterioro como consecuencia del envejecimiento pero también pero también se observa afectación de esta memoria en patologías como al Alzehimer o el Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad.


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