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El aleteo de manos infantil

El aleteo de manos, nombre que recibe la acción de agitar las manos con rapidez y de forma compulsiva, forma parte de los trastornos del movimiento hipercinéticos –causados por una hiperactividad muscular involuntaria– denominados estereotipias.

Las estereotipias son movimientos o vocalizaciones repetitivos, involuntarios y rítmicos. Se realizan sin ningún propósito y siguen una pauta fija. No se ha determinado de forma concluyente su causa (aunque se sugiere que son resultado de factores genéticos y ambientales) y se desconoce si todos los tipos de estereotipias tienen una misma base fisiopatológica.

Las estereotipias abarcan múltiples comportamientos (a veces de gran complejidad), algunos de los cuales son frecuentes en la infancia: succionar objetos o el pulgar, rechinar los dientes (bruxismo), sacudir la cabeza, enrollar un mechón de cabello, balancearse, palmear o retorcerse las manos, frotarse los ojos, comerse las uñas, protruir la lengua, andar de puntillas y un largo etcétera. Se dividen en dos grandes grupos: motoras (movimientos) o fónicas (vocalizaciones y sonidos). El aleteo infantil pertenece a la primera categoría. El número de estudios llevado a cabo sobre esta condición en niños sin trastornos asociados es escaso, pero se estima que en torno a un 20% de niños sanos manifiestan una estereotipia en algún momento de su desarrollo.

Dependiendo de la causa, las estereotipias se agrupan en:

  • Primarias: se observan en niños con un desarrollo psicomotor normal. Suelen aparecer antes de los tres años y son frecuentes en el lactante. De naturaleza generalmente transitoria, desaparecen sin necesidad de intervención aunque, en algunos casos, pueden persistir durante años. Su prevalencia entre niños de cinco a ocho años se estima entre un 3 y un 9 %.
  • Secundarias: están asociadas con alteraciones neuroconductuales (déficits neurosensoriales, TEA, TDAH, TOC…). Su frecuencia e intensidad están relacionadas con la gravedad del trastorno y pueden llegar a ocupar gran parte de la vida de la persona. Tienden a persistir en la edad adulta o son reemplazadas por otras.

En función de sus manifestaciones, las estereotipias se dividen en simples (golpear el suelo con la punta del pie, balancearse) o complejas (gesto de lavarse las manos, aleteo de brazos).

Los niños suelen aletear las manos en circunstancias concretas: cuando tienen sueño, están concentrados o se sienten nerviosos, cansados, aburridos, inquietos o excitados. Este aleteo involuntario no les impide llevar a cabo la actividad que están realizando, pueden interrumpirlo si algo les distrae o capta su atención y el esfuerzo por detenerlo no les provoca la sensación de tensión y malestar característica de los tics.

Los aleteos no perjudican la salud de nuestro hijo, pero si observamos que los realiza con excesiva frecuencia, que no tienden a desaparecer con el tiempo o que pueden afectar a la interacción con sus compañeros, podemos ayudarle a dejar de hacerlo. ¿Cómo? Reemplazando ese patrón de comportamiento por otro más apropiado y funcional. Podemos explicarle —por ejemplo— que es mejor que no mueva las manos de esa manera porque podría hacerse daño en las muñecas. Pero no olvidemos que se trata de un acto involuntario o semivoluntario. Esto significa que probablemente entenderá lo que le explicamos y que incluso nos dirá que no volverá a hacerlo; sin embargo, ante el estímulo desencadenante, aleteará las manos de nuevo. Así que, además de explicarle la inconveniencia de ese movimiento, hemos de acostumbrarle a actuar de otra forma cuando se enfrente a la situación o exigencia que provoca esa reacción, es decir, a canalizar por otra vía sus emociones.

Si sabemos cuándo y por qué nuestro hijo aletea las manos estaremos preparados para intervenir en el momento oportuno. Podemos recurrir a múltiples estrategias: pedirle que nos de un abrazo, ofrecerle juguetes moldeables o con texturas y densidades diferentes, formularle preguntas concretas para que exprese por qué no se encuentran bien… Es importante tener presente que no lo hace a propósito y cargarnos de paciencia; modificar un hábito necesita tiempo y constancia. Si nos enfadamos, le reñimos o presionamos, interiorizará que el aleteo es algo malo y, al no poder controlarlo, experimentará inseguridad y frustración lo que, a su vez, intensificará aquello que tratamos de evitar.

El hecho de que el aleteo, como muchas otras estereotipias, sea un rasgo característico de algunos trastornos del neurodesarrollo, dispara la preocupación de los padres ante este tipo de comportamientos. Sin embargo, no son más que una expresión del desarrollo evolutivo normal a la que no hemos de dar mayor relevancia salvo que se acompañe de otras manifestaciones inhabituales en un niño de esa edad (no señala con el dedo en torno a los 12 meses, no fija la mirada, no responde a su nombre después de cumplir el año…). De cualquier forma, es importante cumplir con todas las revisiones fijadas por el servicio de pediatría, ya que en el curso de las mismas se revisa el desarrollo de los pequeños en función de su edad, lo que permite identificar cualquier posible anomalía. Son, además, el momento idóneo para compartir nuestras dudas y preocupaciones con los profesionales de la salud infantil.

En conclusión: el aleteo de manos es una conducta no preocupante en niños con un desarrollo normal que, en la mayoría de los casos, desaparece con la edad. Aun así, si la conducta se repite con frecuencia o no remite paulatinamente, podemos ayudar a nuestros hijos a reemplazarla por otra más apropiada y funcional, evitando siempre someter al niño a tensiones innecesarias. Y en caso de duda, preocupación o si observamos otra sintomatología, lo consultaremos con nuestro pediatra u otro profesional de la salud.

 

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