Aunque no se puede afirmar con certeza cuál es la causa única de la disfemia, las investigaciones más recientes señalan que su origen responde a una combinación de factores genéticos, fisiológicos y ambientales.
No se considera que la tartamudez sea un síntoma directo de un trastorno psicológico, de una alteración emocional ni de una discapacidad intelectual. Sin embargo, los factores emocionales pueden jugar un papel importante en su evolución: situaciones de estrés, ansiedad, inseguridad o presión social pueden intensificar la frecuencia e intensidad de las disfluencias.
Es frecuente que niños o adolescentes con disfemia desarrollen comportamientos de evitación, frustración o vergüenza ante determinadas situaciones comunicativas. Por ello, en muchos casos, la intervención logopédica debe coordinarse con un acompañamiento psicológico que ayude al paciente a mejorar su autoestima, gestionar la ansiedad y desarrollar estrategias de afrontamiento positivas.
Detectar y atender estas dificultades de forma temprana es clave para prevenir el deterioro emocional y evitar que la disfemia se cronifique.
octubre 18, 2013
