Aunque cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo, existen ciertos hitos del lenguaje que deberían alcanzarse en torno a los dos años de edad. Aunque pueden darse diferencias individuales, numerosos estudios señalan que, a esa edad, el vocabulario activo puede alcanzar unas 200 palabras y que el niño debería ser capaz de formular frases sencillas de tres o cuatro palabras, utilizar el concepto «yo» y comprender «mío», expresar negación verbalmente en lugar de hacerlo mediante gestos, comenzar a introducir verbos frecuentes, diferenciar conceptos como «grande» y «pequeño» y cantar canciones simples.
Existen múltiples factores que pueden influir en el desarrollo del lenguaje: la estimulación del entorno, el estilo de crianza, la presencia de hermanos o incluso cambios recientes en la dinámica familiar (como el nacimiento de un nuevo bebé). La sobreprotección o la tendencia a anticiparse a las necesidades del niño también pueden dificultar la aparición del lenguaje espontáneo.
Ante la duda, es recomendable consultar con un profesional. Una detección temprana permite intervenir a tiempo si existe algún retraso o alteración, evitando que este repercuta negativamente en otras áreas del desarrollo infantil, como la socialización o el aprendizaje.