Los programas de trabajo en casa no están concebidos para sustituir el tratamiento logopédico, sino para reforzarlo. Su objetivo es consolidar los aprendizajes adquiridos durante la sesión, generalizarlos a otros contextos y acelerar el proceso de rehabilitación.
En algunos casos, como ocurre con la disfemia (tartamudez), se puede optar por una intervención indirecta en la que padres, profesores o familiares desempeñan un papel esencial en la mejora de la fluidez del habla del niño. Su implicación en las rutinas diarias resulta clave para evitar que ciertas dificultades se afiancen o se conviertan en patrones persistentes.
El logopeda diseñará el programa domiciliario de forma individualizada, teniendo en cuenta la edad, el nivel madurativo y la capacidad de atención del niño, procurando siempre que las tareas sean amenas, variadas y motivadoras. Un planteamiento excesivamente exigente o monótono puede desmotivar al niño y obstaculizar el progreso terapéutico.
La constancia y la colaboración entre familia y terapeuta son esenciales para garantizar la eficacia del tratamiento. Por eso, es importante que los adultos sigan cuidadosamente las indicaciones del profesional y no introduzcan modificaciones sin consultarlo previamente.