La dislalia es uno de los trastornos del lenguaje más frecuentes en la infancia. Consiste en una dificultad para articular ciertos fonemas debido a un mal funcionamiento de los órganos periféricos del habla, sin que exista una lesión, malformación o causa neurológica que lo justifique.
El niño puede omitir, sustituir, simplificar o distorsionar algunos sonidos. Hay dislalias simples, en las que solo está afectado un fonema, y otras más complejas o múltiples, en las que varios fonemas están comprometidos. En los casos más severos, el lenguaje del niño puede llegar a resultar ininteligible.
No es posible determinar con exactitud cuánto tiempo durará la intervención, ya que ello depende de múltiples factores: el tipo y la gravedad de la dislalia, la edad del niño, su capacidad de aprendizaje y colaboración, la implicación familiar y la existencia de otros trastornos asociados.
Lo que sí está demostrado es que cuanto antes se inicie el tratamiento, mejores serán los resultados. Un abordaje precoz no solo favorece una evolución más rápida, sino que también reduce la probabilidad de que las dificultades afecten al rendimiento escolar y a la autoestima del niño.