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Adultos con TDAH: ¿seguro que es inatención?

La designación de «trastorno por déficit de atención» induce con frecuencia a error al transmitir la impresión de que las personas con TDAH no tienen atención, lo que no es cierto: cuando algo les interesa, prestan atención, incluso en exceso («hiperfocalizan»). Si hay tendencia a la dispersión, el problema es justamente el contrario: prestan atención a todo, menos a lo que deberían.

No es, por tanto, una cuestión de atención, sino de control sobre la atención. Aquí es donde entran en juego las funciones ejecutivas de las que tanto hemos hablado en posts anteriores, es decir, ese complejo engranaje que nos permite, entre otras cosas, seleccionar, mantener o dirigir la atención hacia un estímulo o alternar entre varios.

Por tanto, no es que el chaval o el adulto con TDAH no tenga atención o solo preste atención a lo que le interesa, como acostumbramos a decir los padres, sino que presta atención a lo que puede (que, por cierto, suele coincidir con lo que le interesa).

Sin un nivel adecuado de dopamina, mantener la atención se convierte en un duro reto.

No voy a profundizar sobre el papel que desempeña la dopamina, porque ya he escrito sobre este neurotransmisor en múltiples ocasiones, pero me gustaría resaltar algunos aspectos generales:

Debido a su estrecha vinculación con la intensidad del estímulo, la dopamina es un elemento clave para entender muchos de los retos a los que se enfrenta el niño o el adulto con TDAH.

La dopamina actúa como mensajero químico del cerebro, transmitiendo señales entre células nerviosas. También desempeña un papel importante en la regulación de la motivación, del estado de ánimo y en el circuito de la recompensa. Ante los estímulos de intensidad baja o media, la persona con TDAH apenas segrega dopamina; tan solo ante un estímulo de intensidad «media-alta» sus niveles son equiparables a los de una persona sin TDAH.

La persona con TDAH necesita un estímulo de intensidad «media-alta» para que sus niveles de dopamina sean equiparables a los una persona sin TDAH.

Esto significa que le costará concentrarse ante un estímulo bajo-medio. Entender esto nos permitirá comprender mejor las reacciones típicas de la personas con TDAH. Una producción de dopamina insuficiente para poner en marcha todos los engranajes del control atencional provocará, además de problemas de concentración, sensación de malestar.

Algunas dificultades…

Cuando la persona no logra alcanzar el nivel óptimo de dopamina se enfrenta a importantes dificultades para:

  • mantener la atención en tareas poco estimulantes, es decir, se ve afectada la atención sostenida.
  • focalizar la atención en un estímulo concreto, es decir, se ve afectada la atención selectiva.

    La atención selectiva introduce una nueva exigencia en el proceso atencional: la de inhibir distractores. Estamos inmersos en un mundo de estímulos -internos y externos-. Si no somos capaces de inhibir los estímulos irrelevantes, interferirán una y otra vez en nuestra atención.

  • alternar entre focos, es decir, «desengancharnos» de un estímulo para «engancharnos» a otro y alternar entre ambos. Como vemos, el proceso va ganando complejidad: ahora tengo que mantener la atención, poner en marcha mi control inhibitorio y, además, redirigir la atención hacia uno u otro estímulo cuando realizo varias tareas simultáneas.

En el marco del TDAH utilizamos con frecuencia el término «hiperfoco», algo fácilmente observable en niños y adultos con el trastorno: la persona centra su atención en un único estímulo. Por regla general, esto se produce porque esa actividad genera una motivación interna muy elevada (como sucede con los videojuegos) o porque hay una motivación externa intensa. Este hiperfoco genera en la persona con TDAH una sensación muy placentera.

…que causan problemas en la vida cotidiana

Las dificultades a las que hacíamos referencia en los párrafos anteriores provocan importantes problemas en la vida cotidiana de la persona, entre otras:

  • Estilo de vida con frecuencia caótico.
  • Despistes. Al realizar varias cosas a la vez, sin prestar atención a ninguna, no queda registro de esas acciones.
  • Dispersión. Al no haber un buen sistema inhibitorio, todos los estímulos -con independencia de su relevancia- merecen atención. Como resultado se inician muchas acciones, sin llegar a terminar ninguna.
  • Procrastinación. La persona con TDAH requiere estímulos intensos o novedosos para mantener los niveles de dopamina. Si el estímulo deja de ser novedoso o pierde intensidad, decae la atención. La procrastinación está relacionada con la escasa activación que un estímulo poco intenso provoca en la persona con TDAH. Cualquiera que conviva con «un TDAH» sabe que todo lo dejan para el final. ¿A qué se debe? La explicación está en lo que hemos visto anteriormente: a la ausencia de un nivel de estimulación suficiente para empujarle a ejecutar esa tarea. ¿Cuándo surge el estímulo suficientemente potente? Cuando, ante la gravedad de las consecuencias, no queda más remedio que hacer lo que se ha ido posponiendo. Este es el estímulo intenso que moviliza a la persona con TDAH y la razón de que, si tiene un mes por delante para preparar una exposición, espere hasta la noche anterior para ponerse manos a la obra.
  • Como consecuencia de esta inatención -y también de las dificultades de control inhibitorio- observamos problemas para organizar tareas, gestionar el tiempo y en general, para la planificación. Planificar exige conectar con la tarea, entender cómo hacerla, definir las posibles alternativas y obstáculos,… un complejo análisis que requiere de atención sostenida y control inhibitorio, entre otras funciones ejecutivas, que -como hemos visto- son el talón de Aquiles de las personas con TDAH.

¿Cuáles son las consecuencias?

  • Fracaso académico y dificultades en el trabajo. Empiezan con mucha ilusión, al tratarse de un estímulo novedoso, pero se desmotivan enseguida.
  • Dispersión en las conversaciones, con dificultad para la escucha activa (inatención) a medida que la conversación se prolonga o se vuelve monótona. También nos encontramos con personas «verborreicas» (impulsividad), que cortan la conversación, no esperan a la respuesta o se enrocan en monólogos interminables.
  • Nuestro cerebro funciona continuamente a través de lo que llamamos «red neuronal por defecto», una región que se activa cuando la persona no está centrada en una tarea concreta y su mente divaga. Cuando desciende la intensidad del estímulo externo, la persona con TDAH desconecta y «se pierde» en esa región del cerebro. Cuando se desencadena un nuevo estímulo, sale de ese estado para volver a conectar con el exterior. Pero esta desconexión-conexión no es algo inmediato. En el impasse ha perdido información, lo que puede llevar a multitud de malas interpretaciones. Esto ocurre con frecuencia en las conversaciones. Bien porque empieza a decaer la atención, bien porque está tratando de reprimir una respuesta motora, la persona con TDAH no escucha lo que dice su interlocutor

  • Olvido de citas, tareas y reuniones.
  • Problemas de concentración.
  • Problemas de lectura. La lectura es una forma de obtener información, pero un vídeo resulta mucho más estimulante.
  • Pérdida frecuente de cosas; problemas con la puntualidad, etc.

El resultado es que, a pesar de tener una inteligencia normal o incluso por encima de la media, el rendimiento del niño o del adulto con TDAH no es el esperable. Esto provoca sensación de torpeza. Muchos lo expresan francamente cuando dicen «Me siento menos válido que mis compañeros».

Para compensar esas limitaciones, muchas personas ponen en marcha (en particular, las más introspectivas) mecanismos de compensación: comprueban y vuelven a comprobar, son muy rigurosas con el orden por temor a los olvidos, a las pérdidas, a llegar tarde, etc. Estos mecanismo hacen que con cierta frecuencia se confunda a la persona con TDAH con un perfil obsesivo.

Icíar Casado (Psicóloga)


 

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