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Hablemos de dopamina y videojuegos

Aunque la dopamina es un neurotransmisor, también funciona como hormona asociada a situaciones de placer y está relacionada, por tanto, con el mecanismo de recompensa. Se activa tan pronto percibimos algo que nos genera placer; alcanza su pico más alto durante la ejecución de la actividad correspondiente y su efecto es de corta duración. Cuando desciende genera una sensación de desasosiego que nos empuja a tratar de recuperar el estado anterior.

La dopamina activa el hipotálamo (estructura de gran importancia para la memoria) para recordarnos que lo que estábamos haciendo era placentero y favorece la adaptación al entorno a través de la búsqueda del placer y la evitación del dolor.

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¿Cuál la relación entre el TDAH y la dopamina?

La producción de dopamina en el niño o niña con TDAH es insuficiente, lo que produce alteraciones en el circuito de la recompensa. ¿Qué ocurre entonces? El niño necesita un estímulo intenso y continuado para que se genere placer. Esta es una de las principales razones de la falta de interés y de la dificultad para iniciar tareas y encontrar motivación que los padres observan con frecuencia en los niños (y también en los adultos) con TDAH.

Hemos de tener esto en cuenta: no hay una intencionalidad en el comportamiento del niño con TDAH. No se trata de que no quiera interesarse por las cosas, es que no puede hacerlo. Sin embargo, hay algo que SIEMPRE motiva a nuestros niños (y no digamos adolescentes), más aún si tienen trastorno por déficit de atención: los videojuegos. ¿Por qué?

¿Por qué son tan atractivos los videojuegos?

Hay dos motivos de peso:

  • Son una fuente intensa de estímulo. Las pantallas combinan luz, sonido y movimiento -los tres elementos que activan la corteza cerebral-. Se trata, además, de un estímulo repetitivo que ofrece una recompensa inmediata y continuada, bien a través de sonidos gratificantes o de premios visuales. La eficacia de esta recompensa ya quedó bien patente en el pasado con las máquinas tragaperras. Son muchos los estudios que demuestran que los sonidos de monedas cayendo excitan el circuito de recompensa. Los juegos con los que se entretienen los niños están repletos de este tipo de reforzadores.
  • No requieren la implicación de ninguna función ejecutiva. Recordemos que las funciones ejecutivas tienen relevancia en las situaciones novedosas. No necesitamos la intervención del cerebro ejecutivo cuando realizamos tareas repetitivas. Al no plantear ningún reto novedoso, los videojuegos provocan un «aplanamiento» del sistema ejecutivo. El niño adopta una actitud pasiva y experimenta picos de placer en función de los estímulos que proyecta la pantalla.

nino jugando video

¿Cuál es el problema?

La facilidad para activar el sistema de recompensa conjuntamente con la inmadurez de la corteza prefrontal son el caldo de cultivo perfecto para la aparición de conductas adictivas a edades muy tempranas.

El niño nace con una corteza prefrontal muy inmadura y carece, por tanto, de sistemas de control de los impulsos. Si antes de que se instauren esos sistemas empezamos a estimular el circuito de recompensa de forma indiscriminada, el resultado será una conducta adictiva.

Entonces, ¿qué nos aportan?

  • Problemas de atención sostenida. Observamos estos problemas atencionales en un gran número de niños y es preocupante. El niño con TDAH tiene, además, un trastorno del neurodesarrollo que afecta a las funciones ejecutivas, lo que lo hace doblemente vulnerable. Cuando pasa muchas horas jugando con videojuegos se está entrenando a fondo en la necesidad de estímulos elevados para mantener la atención: todo lo que no le aporte ese nivel de sonido, luz y movimiento, no captará su atención.

    Vayámonos ahora a la realidad de los niños. ¿Qué pasa cuando están en clase y tienen que atender a un profesor que no es tan dinámico ni tan divertido como un video de youtube o un videojuego? Prestar atención se convierte en una ardua tarea.

  • Dificultades para discriminar los estímulos relevantes de los irrelevantes. El niño se entrena en atender a todo lo que sucede en la pantalla sin criterio alguno. Todos los estímulos tienen la misma importancia.

  • Problemas para mantener una conducta sin refuerzo continuado. Los videojuegos y los videos de youtube ofrecen refuerzos cada poco tiempo. Esto no ocurre en el mundo real. ¿Cómo esperamos que nuestros hijos hagan las tareas del colegio, por ejemplo, si no reciben los refuerzos continuados a los que están acostumbrados?
  • Problemas para gestionar la espera. A todos nos cuesta esperar. La espera es un auténtico ejercicio de tolerancia a la frustración que hemos de empezar a practicar desde pequeños. En los videojuegos no hay que esperar para conseguir lo que uno quiere. ¿Qué pasa cuando el niño llega al colegio y tiene que esperar su turno en clase o en el recreo, con su grupo de iguales, después de pasarse tantas horas entrenándose en lo contrario?
  • Problemas para gestionar las emociones desagradables. Todas nuestras emociones tienen una finalidad adaptativa, sean agradables o desagradables y, por ello, tenemos que aprender a gestionarlas. Cuando el niño juega con un videojuego le basta con cerrar la ventana tocando la pantalla si algo no le gusta, le aburre o le resulta desagradable. Mientras juega no se enfrenta a situaciones en las que puede aprender a gestionar sus emociones y estados de ánimo, como le ocurriría en el mundo real. ¿Qué pasará cuando cometa un error, le regañe un adulto o un amigo le diga algo que no le gusta?
  • Problemas para gestionar la impulsividad. Tan pronto se produce un bajón de dopamina el niño puede repetir una y otra vez el estímulo que le provocaba placer sin tener en cuenta el contexto porque, en ese momento, el contexto es la tableta. Cuando cambia de escenario -por ejemplo, si no está de acuerdo con el juego que le plantea un amigo- ¿cómo reaccionará?
  • Se generan aprendizajes desadaptativos en los que lo único que prima es la búsqueda constante de inmediatez y evitación de la frustración.

El consumo abusivo de pantallas en la infancia, sin finalidad práctica -también es posible hacer un buen uso de estos dispositivos-, afecta de forma directa a la corteza prefrontal porque impide el correcto desarrollo de las funciones ejecutivas. Nuestro cerebro se rige por una propiedad básica: «úsalo o piérdelo». ¿Cuántos de nosotros hemos mejorado nuestras habilidades de orientación desde que utilizamos el GPS? Aquellas partes de nuestro cerebro que no utilizamos terminan atrofiándose. Imaginemos el efecto que esta falta de uso puede producir en cerebros aún inmaduros como los de nuestros niños.

No quisiera concluir esta entrada con la sensación de que no podemos hacer nada en este terreno. Como madres y padres tenemos muchas estrategias para ayudar a nuestros peques a que desarrollen conductas adaptativas utilizando las tecnologías con moderación y prudencia. Pero esto ya es tema de otra entrada.

Icíar Casado (Psicóloga)

 

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