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Estrategias de modificación de conducta: una herramienta valiosa

Aunque son muchos los procesos de modificación de conducta que utilizamos en terapia, algunos entrañan cierta complejidad y requieren formación específica, por lo que solo deben ser aplicados por profesionales cualificados para ello. Otros, sin embargo, aprovechan los mecanismos de aprendizaje asociativo que emplea el niño para desenvolverse en un determinado ambiente y podemos utilizarlos en casa para modificar, si es necesario, algunos comportamientos no deseados de nuestros hijos.

Algunas estrategias de modificación aplicables en casa

imagen generada con midjourney

Refuerzo positivo

Es el procedimiento que generalmente utilizamos padres y madres: premiar con el propósito de aumentar la conducta deseada. Para ello, ofrecemos un estímulo (premio) contingente al comportamiento que queremos que se repita.

Refuerzo negativo

Persigue la misma finalidad que el refuerzo positivo pero siguiendo otra estrategia: retirar algo que no agrada al niño cuando se produce la conducta deseada.

El tipo de estrategia que utilicemos dependerá de factores tales como el carácter del niño, la conducta que queremos modificar, el entorno, etc. Aunque generalmente recomendamos el refuerzo positivo por su gran poder motivador, el refuerzo negativo puede ser de ayuda en momentos puntuales como, por ejemplo, cuando el premio inmediato no da los resultados esperados porque el niño se ha habituado a ese refuerzo.

Al aplicar el refuerzo negativo hemos de ser cuidadosos con lo que retiramos, ya que es posible que lo que estemos trabajando por un lado, lo estemos deshaciendo por otro. Imaginemos, por ejemplo, que nuestro objetivo es que el niño recoja siempre la habitación después de jugar, algo a lo que es reacio. Si el refuerzo negativo para reforzar otra conducta es permitirle que no recoja la habitación, se producirá una colisión de intereses.

Refuerzo intermitente

Este tercer tipo de refuerzo busca mantener en el tiempo una conducta positiva e ir postergando la recompensa, algo que a los niños les cuesta mucho. En este caso, el niño no recibe sistemáticamente el premio (reforzador) tras la conducta deseada, sino que la recompensa está sujeta a aleatoriedad, de tal forma que no es posible anticipar cuándo se recibirá el refuerzo. El reforzador que utilicemos tiene que ser lo suficientemente potente como para que el niño quiera realizar la conducta pese a desconocer si recibirá o no la recompensa.

El refuerzo intermitente no es recomendable cuando iniciamos un proceso de modificación de conducta, ya que en este caso nuestro propósito es que el niño establezca de inmediato la relación «conducta-consecuencia», por lo que cuantas más veces se repita esa relación, mejores serán los resultados. Sin embargo, puede llegar un momento en el que los padres consideremos que ese aprendizaje está lo bastante instaurado como para aplicar el reforzador intermitente.

Esta estrategia ofrece ventajas, sin duda, pero también es la causa de que se mantengan en el niño determinados comportamientos o reacciones inadecuados. Los padres nos dicen con frecuencia: «No entiendo por qué mi hijo se comporta así». Como la situación no se produce de forma sistemática, la causa no resulta obvia pero, tras una análisis exhaustivo, observamos que muchas veces se debe a un refuerzo intermitente mal aplicado.

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¿Qué requisitos debe cumplir un buen reforzador?

  1. Para que un reforzador sea eficaz debe:

    • adecuarse a las preferencias de nuestro hijo: tenemos que saber qué puede reforzar la conducta de nuestro hijo, ya que los intereses difieren entre niños. Y contar con un buen repertorio de reforzadores, porque a la larga terminan perdiendo eficacia. Un reforzador no tiene por qué ser un bien material, sino algo que sea significativo para el niño. Puede tratarse de un rato de juego con papá o con mamá, si no son habituales estas situaciones de juego en familia, o cualquier otra cosa que el niño aprecie porque no está en su día a día. Con algunos niños basta el refuerzo verbal.
    • A tener en cuenta: cuanto más pequeño sea el niño, más importante es que el refuerzo sea tangible o se salga de lo rutinario.

    • ser contingente a la conducta deseada: no valen (menos aún si se trata de niños pequeños) comentarios del tipo «Cuando lleguemos a casa te doy un premio». El aprendizaje no consciente (por oposición al aprendizaje controlado) se produce en una etapa en la que el niño aún no ha desarrollado sus funciones ejecutivas, entre otras, la de orientarse en el tiempo. Que yo le diga a mi hijo «este fin de semana tendrás tu premio» no le aporta información que pueda cuantificar. Corremos además el riesgo de que asocie ese reforzador a otra conducta que se dé entre el momento de la acción que queremos reforzar y el momento en el que recibe el premio.
    • A tener en cuenta: el objetivo de la contingencia es que el niño asocie de inmediato y sin ningún tipo de dudas una conducta concreta con el reforzador ofrecido.

    • ser sistemático: no se trata de reforzar la conducta y no volver a hacerlo hasta una semana después. El refuerzo tiene que repetirse hasta que se instaure el comportamiento buscado y ya no sea necesario ese refuerzo o bien podamos modificarlo (si es un refuerzo material por uno verbal, por ejemplo).
    • A tener en cuenta: las técnicas que hemos visto se basan en el aprendizaje asociativo -el utilizado por los niños pequeños-, un aprendizaje tan básico que genera cambios en cualquier organismo. A medida que el niño vaya creciendo y madurando iremos incorporando otras estrategias.

    Todas las técnicas a las que hemos hecho referencia son altamente efectivas siempre que se utilicen bien. Sin embargo, papás y más no somos conscientes con frecuencia del mal uso que hacemos de ellas. Pero esto ya será materia de otro post.

    Icíar Casado (Psicóloga)


 

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