Sin lugar a dudas. La intervención quirúrgica corrige la limitación anatómica que representa un frenillo sublingual corto, pero no resuelve por sí sola las consecuencias funcionales que este ha provocado. Durante el tiempo en que el frenillo ha limitado el movimiento de la lengua, es habitual que el niño haya desarrollado patrones compensatorios inadecuados que afectan a la articulación, la deglución o incluso a la respiración.
Tras la operación, es fundamental que la lengua recupere su movilidad, tonicidad y correcta colocación en reposo. Para ello, se requiere una intervención logopédica específica que ayude al niño a aprender o reaprender los movimientos adecuados, eliminar hábitos incorrectos y prevenir la formación de nuevas compensaciones.
La terapia miofuncional suele iniciarse lo antes posible tras la frenilectomía, idealmente dentro de la primera semana, para aprovechar al máximo la elasticidad del tejido durante la cicatrización. Si se retrasa, la formación de tejido cicatricial puede limitar nuevamente la movilidad lingual.
En la mayoría de los casos, se recomienda mantener el tratamiento logopédico durante, al menos, dos meses posteriores a la intervención, aunque su duración dependerá de la edad del niño, del grado de restricción previo y de los hábitos compensatorios adquiridos.