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El tacatá o cómo crear problemas donde nos los hay

El tacatá, tacataca o andador infantil –un armazón con ruedas pivotantes en la base y un asiento central en el que el niño se coloca a horcajadas e impulsa con los pies para desplazarse– es un elemento habitual en los hogares con niños pequeños, aunque no exento de controversia. Las asociaciones de pediatría son tajantes al respecto: el uso del tacatá se desaconseja sin excepción. Es peligroso para nuestro bebé y no le acarrea ningún beneficio: aumenta el riesgo de sufrir accidentes y los estudios realizados sugieren que puede retrasar o alterar el desarrollo psicomotriz del niño.

¿Por qué aumenta el tacatá el riesgo de sufrir accidentes?

Porque da al niño más movilidad de la que está preparado para controlar. Por regla general, el niño usa el andador entre los seis y los quince meses, esto es, durante la etapa de su desarrollo en la que debería gatear. Sentado en el tacatá se desplaza erguido por completo y a una velocidad considerable, lo que se traduce en:

  • Caídas por las escaleras. Es el accidente más habitual. El bebé está sujeto por la cintura o los hombros y tiene la cabeza expuesta, por lo que esta recibe los golpes.
  • Vuelcos y choques. La velocidad y la falta de control facilitan el vuelco del tacatá al chocar contra cualquier obstáculo. Al igual que en el apartado anterior, la cabeza es la parte del cuerpo que recibe casi todos los golpes, en este caso contra el suelo o las esquinas y bordes de los muebles. Tampoco debemos olvidar el efecto latigazo cervical que se produce cuando el tacatá frena en seco por colisión, ocasionando la brusca flexión y extensión del cuello.
  • Debido a la libertad de movimiento y velocidad alcanzada, el niño puede coger objetos que no tendrían por qué estar a su alcance sin que nos dé tiempo a impedirlo, con el consiguiente riesgo de quemaduras, golpes, intoxicación…

Los defensores del tacatá alegan que todo se reduce a estrechar la vigilancia sobre el niño, pero los que tenemos hijos sabemos que basta con el mínimo descuido por nuestra parte —contestar una llamada o mensaje, poner en marcha la lavadora o remover la comida—, para tener un disgusto. Y aún suponiendo que no perdamos de vista a nuestro hijo mientras utiliza el andador, tampoco estamos favoreciendo el correcto desarrollo de sus habilidades motoras.

¿Por qué aumenta el tacatá el riesgo de retraso o alteración en el desarrollo motor del niño?

  • El uso del tacatá coincide generalmente con una etapa del desarrollo del niño en la que lo natural es que este se desplace mediante gateo, arrastrándose, sentado o utilizando cualquier combinación de estas variantes. La finalidad principal es mejorar el tono muscular y la integración de los sistemas vestibular (encargado de aspectos tales como la coordinación viso-motora o el equilibrio) y proprioceptivo (encargado de facilitarnos información sobre nuestra posición corporal en el espacio) y coordinar debidamente los movimientos de aquellas partes del cuerpo que utilizará para caminar en bipedestación. Al sentarlo en el andador impedimos que el niño practique estos movimientos de coordinación entre extremidades y contribuimos a la adopción de posturas inadecuadas.
  • El niño no apoya el peso del cuerpo sobre las plantas de los pies ni realiza el movimiento de dorsiflexión (aproximación de la punta del pie hacia la espinilla) imprescindible para contactar el suelo con el talón y, por consiguiente, realizar cualquier actividad funcional como caminar, saltar o agacharse; tampoco practica la fase de balanceo (denominación que recibe el momento de la marcha en el que el pie no está en contacto con el suelo) necesaria para aprender a mantener el equilibrio.

  • El niño no puede levantarse, agacharse o sentarse libremente; como consecuencia no ejercitará los músculos empleados para realizar esas actividades. Además, la inmovilización postural puede generar problemas de cadera y de espalda.
  • Por lo general, el niño se impulsa con las puntas de los pies cuando está sentado en el andador, lo que puede producir un fortalecimiento excesivo de los gemelos. Esta circunstancia es especialmente perjudicial en pequeños con tendencia natural a caminar de puntillas o con alteraciones anatómicas como, por ejemplo, acortamiento del tendón de Aquiles.
  • Al sentarse, ponerse de pie y caminar, el niño deposita el peso de su cuerpo sobre las caderas y, de esta forma, conforma progresivamente las estructuras óseas proporcionando estabilidad a las articulaciones de la cadera. La manera poco natural en que se distribuye el peso al estar sentado a modo de caballito contribuye a separar las piernas a la altura de la articulación con el consiguiente riesgo de sufrir luxaciones, especialmente en niños con cadera inmadura.
  • Además de los factores anteriores, la deambulación del niño está muy relacionada con su deseo de explorar el mundo que le rodea, de alcanzar aquello que queda fuera de su radio de acción. Con el tacatá desaparece esta motivación, ya que el niño se desplaza libremente. Esta es, probablemente, otra de las razones que vinculan el uso del andador con el comienzo tardío de la marcha infantil.

Los datos facilitados por la Asociación Española de Pediatría despejan cualquier duda:

  • El riesgo de caída por escalera se multiplica por cuatro.
  • Se duplica el riesgo de traumatismo craneoencefálico y de fracturas en las extremidades superiores.
  • La edad de caída por una escalera se adelanta del año a los ocho meses.
  • Aumenta el riesgo de intoxicaciones y quemaduras.
  • Se retrasa el momento de comenzar a andar por problemas en el desarrollo motor.

También la Alianza Europea para la Seguridad Infantil desaconseja el uso de andadores infantiles por el peligro que constituyen para el niño. En Canadá está prohibida la venta, reventa y publicidad de estos dispositivos.

Los expertos y las cifras aportadas respaldan claramente la retirada del tacatá. Sin embargo, muchos padres son reacios a dejar de utilizarlo. Se estima que alrededor de un 40 % de las familias españolas tienen uno.

¿Qué alegan los defensores del andador infantil?

  • Ayuda al niño a aprender a andar. Como hemos visto, no solo no le ayuda, sino que puede retrasar o alterar su desarrollo psicomotriz.
  • Entretiene al niño para que los padres descansen o no tengan que estar todo el tiempo pendientes de él. Está comprobado que el tacatá aumenta el riesgo de accidentes, lo que obliga a los padres a estar especialmente pendientes. La recomendación de los expertos es procurar al bebé un espacio seguro, libre de bordes y esquinas y, preferiblemente, acolchado. Si queremos que nuestro hijo esté entretenido y seguro, el parque de bebés puede ser una buena opción.

En conclusión, los andadores infantiles tienen mucho en contra y nada a favor. Teniendo en cuenta que la seguridad de nuestros hijos es fundamental, nuestra recomendación es no utilizarlos.

 

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