Inicio   Psicopedagogía   22 de octubre: Día Internacional de la Tartamudez

22 de octubre: Día Internacional de la Tartamudez

Con frecuencia se ha vinculado la tartamudez con condiciones diversas como problemas anatómicos relacionados con la laringe, deficiencias en la coordinación fono-respiratoria, dificultades en el desarrollo del lenguaje o complicaciones de índole emocional.

Esta atribución errónea ha perjudicado a quienes padecen tartamudez, ya que además de impedir su acceso a terapias enfocadas en la causa real de la disfemia, han sufrido la estigmatización añadida de sumar a la falta de fluidez del habla la existencia de trastornos psicológicos o emocionales.

Gracias a las técnicas de neuroimagen hoy sabemos que la tartamudez está relacionada con una disminución de la conectividad cerebral en áreas involucradas en la traducción del lenguaje a la expresión motora (el habla) como, por ejemplo, el área suplementaria-motora (encargada de movimientos relevantes en el inicio de la conducta) o los ganglios basales (responsables de movimientos más automáticos). Hablamos, por tanto, de una cuestión neurológica que repercute en múltiples aspectos de la vida de la persona, entre otros, su conducta, su estado emocional o su capacidad de socialización, y que genera, por lo tanto, gran desajuste.

Se estima que aproximadamente el 5 % de la población infantil experimenta tartamudez. De este grupo, alrededor del 1 % seguirá padeciéndola en la edad adulta. Esto significa que un 80 % de los casos experimentarán una remisión espontánea. Además, por cada niña con disfemia, hay cinco niños que padecen tartamudez.

Durante el desarrollo del lenguaje y del habla es habitual que surjan lapsus y disfluencias que, a menudo, son evolutivos. Aun así, es importante que un profesional realice una valoración del tipo de disfluencias, su frecuencia, el momento de aparición y otros factores relacionados ya que, aunque sabemos que existe una alta probabilidad de remisión espontánea, no debemos correr riesgos innecesarios.
En el caso del niño es importante intervenir, de manera indirecta, desde el momento en que aparecen las primeras disfluencias para prevenir otros problemas como el aislamiento o la baja autoestima. La familia desempeña, además, un papel fundamental en este proceso, ya que aprende a integrar herramientas que favorecen un patrón de habla más fluido que el niño incorpora por imitación.

En el caso de los adultos, aconsejamos buscar la asistencia de un profesional que aborde la cuestión a todos los niveles, incluidos los aspectos psicológicos. Aunque la tartamudez no tiene una causa psicológica, puede hacer que la persona experimente situaciones de miedo o ansiedad que le resulta complicado gestionar. Un profesional le ayudará a trabajar estos aspectos y a adoptar herramientas que mejoren la fluidez de su habla.

 

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