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Las familias preguntan: desajustes conductuales

Durante los talleres de formación de familias fomentamos la intervención de los papás y mamás porque estamos convencidos de que las preguntas que plantean y sus experiencias de primera mano son de gran utilidad para el resto de los participantes. En las líneas siguientes recogemos algunas de las preguntas formuladas durante el taller «Desajustes conductuales». ¡Os agradecemos vuestra aportación!

[+] Mi hijo tiene seis años y muestra los comportamientos que has indicado. ¿Se nos acaba el tiempo?
[+] Mi hijo respeta los límites en casa, pero no en el colegio.
[+] Mi hijo no se relaciona bien con sus compañeros. Cuando un niño se niega a jugar con él, busca el acercamiento físico que el otro niño rechaza.
[+] ¿Cómo se determina el «área de confort» de un niño?
[+] Si las situaciones a las que has hecho referencia se producen en niños de más de 10 años, ¿el problema es mayor?

Mi hijo tiene seis años y muestra los comportamientos que has indicado. ¿Se nos acaba el tiempo?

En absoluto. Seis años es una edad perfecta para trabajarlos –si hace falta hacerlo–. Sabemos que cuanto mayor es el niño más instaurado está el hábito, pero tenemos la ventaja de que es más consciente de lo que hace y eso facilita cualquier intervención.

Mi hijo respeta los límites en casa, pero no en el colegio.

En este caso entra en juego un nuevo factor: el contexto. En el colegio hay muchos más estímulos que en casa. El niño tampoco recibe la misma atención, ya que el docente tiene que repartirse entre 28 personitas que reclaman lo mismo que tu hijo. Además, la reacción habitual del profesor o profesora cuando los niños reclaman esa atención por medios inadecuados es el castigo. Ya tenemos la tormenta perfecta: para muchos niños –sobre todo los que están convencidos de que no se les presta atención– el castigo actúa como refuerzo:«Llamo tu atención, soy importante para ti, soy interesante».

Si consideramos que esto es lo que está pasando, hay que modificar el ambiente y prestar atención a los comportamientos positivos (siempre los hay) o reforzar ante el grupo las fortalezas del niño. Prestaremos atención a lo que queremos que se repita, no a lo que no queremos que se repita.

Reflexionemos. La conducta del niño ¿tiene que ver con el nivel de estimulación? ¿con la falta de atención?, ¿con la dificultad para inhibir la respuesta motora? (al niño le resulta difícil estar tanto tiempo sentado en clase). Las causas pueden ser muchas y tal vez estemos reforzándola con estrategias de castigo y omisión de recompensa.

Ante ese tipo de asimetrías es eficaz contactar con un profesional, porque estamos entrenados para identificar qué puede estar influyendo en el comportamiento de vuestros hijos en un contexto determinado.

Mi hijo no se relaciona bien con sus compañeros. Cuando un niño se niega a jugar con él, busca el acercamiento físico que el otro niño rechaza

Si un niño no desarrolla buenas estrategias de socialización puede resultar invasivo. Nosotros observamos esa invasión, ¿pero qué se oculta tras ella? Quizás el niño no está siendo capaz de detectar la información no verbal planteada por el otro, o su lenguaje verbal esté poco desarrollado. Una misma conducta puede tener muchas causas. En función de la causa, podremos determinar si es algo puramente evolutivo (se observa cierto retraso) o si, por el contrario, hay una diferencia muy grande entre el proceso madurativo y el que cabría esperar por la edad cronológica.

Ante este tipo de comportamientos tan específicos siempre recomiendo lo mismo: tratadlos con un profesional, aunque sin alarmismos innecesarios. Los 4 años es una edad perfecta para ir introduciendo, si hiciera falta, pautas que se pueden aplicar en casa y en el cole, teniendo en cuenta en todo momento que hay que ser muy cuidadosos cuando se diagnostica a edades tan tempranas.

¿Cómo se determina el área de confort del niño?

Podríamos determinar el «área de confort» como el punto de intersección entre el desarrollo cognitivo esperado en función de la edad cronológica y la información que obtenemos a través de la observación directa del niño durante el tiempo compartido de calidad. Una vez que determinemos en qué fase de desarrollo se encuentra nuestro hijo, iremos yendo un poquito más allá. Lo ilustraré con un ejemplo: pensemos en el niño que no puede esperar y demanda una recompensa inmediata. Obviamente, no vamos a pretender que ese niño aguante media hora sin moverse mientras hablo con la vecina, porque tratará de llamar nuestra atención con comportamientos de riesgo, como salir corriendo o cruzar la calle, por ejemplo, lo que empeorará las cosas. Tampoco nos vamos a ir al lado opuesto e interrumpir la conversación, porque no le estaríamos ayudando en su desarrollo. Pero sí podemos decirle «Hijo, en cinco minutos estoy contigo». Si aún no entiende el concepto del tiempo, podemos ayudarle con una pista visual («Cuando el reloj esté aquí»), u ofrecerle una ayuda («Puedes colorear esto»). Estos pequeños pasos estimulan la capacidad de demora del niño.

Y, por supuesto, hemos de tener en cuenta algo que a los padres se nos pasa con frecuencia: a un niño de 4 años le cuesta esperar por una simple razón de inmadurez. Si le decimos «espera un momento que estoy hablando», ese momento no puede significar una hora de charla. O, en tal caso, le facilitaremos herramientas para que se entretenga.

Si las situaciones a las que has hecho referencia se producen en niños de más de 10 años, ¿el problema es mayor?

No es que haya un problema mayor, sino que pasan cosas diferentes. No es lo mismo una conducta desadaptada en un adolescente que en un niño.

Entendemos que con 10-12 años ya se debería haber superado un periodo de maduración. Si se observa un retraso o asimetrías en aspectos concretos (lenguaje, atención, motores…) se abre el abanico de posibles causas.

¿Se han producido esa dificultad en la primera infancia y se ha mantenido hasta ahora?¿Se ha originado a los 8, a los 9 años? Si los problemas se iniciaron a los 4 años y no se han resuelto, el grado de frustración del niño puede ser muy elevado. En ese caso, hay elementos que no existían en la conducta inicial, pero que ahora suponen un peso añadido (baja autoestima, sentimiento de indefensión).

No tiene por qué haber un problema mayor, pero sí mayor necesidad de valorar qué es lo que está afectando al niño, porque es posible que algo no resuelto en la infancia haya ido «engordando» o tal vez se trate de una dificultad en un área o áreas del desarrollo, un diagnóstico que es mucho más fiable y preciso si el niño ha sobrepasado los 7 años de edad.

Iciar Casado (Psicóloga)


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