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Apaga la consola que te enciendes

Como bien sabrá el lector después de los muchos artículos que hemos dedicado al tema, uno de los mayores retos a los que se enfrenta el niño o la niña con TDAH es la regulación emocional ante determinados estímulos. Esto es lo que ocurre con la consola. Además de secuestrar la atención del niño, los videojuegos, por sus características intrínsecas, potencian su activación emocional hasta niveles desmesurados.

No disponemos de estudios de amplio alcance sobre los efectos del consumo esporádico de videojuegos, más allá de la elevada excitabilidad circunscrita a la situación de juego. Lo que sí está bien documentado es el efecto negativo que genera la exposición continuada a estos juegos en el desarrollo cognitivo, emocional y conductual de los niños, por dos motivos fundamentales:

  • Los estímulos indiscriminados y continuos que recibe el niño mientras juega.
  • La reducción de actividades y experiencias «offline», como el movimiento y la interrelación directa con los iguales, tan importantes para el desarrollo de las funciones ejecutivas.

Pero veamos la viñeta…

  1. Pablete está inmerso en su nuevo videojuego.
  2. Y cómo no estarlo: luces, colores, sonidos y ¡un montón de monstruos a los que enfrentarse!
  3. Pablete tiene los sentidos alerta. La dopamina, la adrenalina, el cortisol y las endorfinas se disparan hasta tal punto que su mundo se concentra en esa pequeña pantalla.
  4. Y entonces aparece el abuelo deseoso de dar un buen achuchón a su nieto.
  5. Pero para Pablo todos son monstruos y mucha, mucha adrenalina. Así que su abuelo no es recibido por el nieto amoroso que esperaba.

¿Cómo enfocamos los videojuegos

Además de la necesidad obvia de controlar los contenidos a los que acceden nuestros hijos, recomendamos las pautas siguientes:

  • Horario de uso. La idea de eliminar los videojuegos de la vida de nuestros niños no es realista ni necesaria. Pero el niño debe ser consciente de los perjuicios que ocasiona un mal uso. No buscamos obediencia, sino comprensión. Cierto, reemplazar la obediencia por comprensión es difícil pero, a la larga, resulta mucho más gratificante y efectiva para todos. Limitar el uso de los videojuegos al fin de semana puede facilitar el establecimiento de una rutina. No aconsejamos planteamientos intermedios como «un ratito de videojuego después de los deberes», porque la calidad del estímulo genera enganche suficiente como para que dejar de jugar genere una situación de conflicto. El tiempo de juego no debería superar la hora.

  • Pactar horarios. Acordar horarios de juego con el niño nos permite, entre otras cosas, evitar el uso del videojuego como recompensa («Como lo has hecho tan bien te dejo un ratito de videoconsola»). Ofrecer el videojuego como recompensa (valencia positiva) cuando nuestro discurso es el contrario (videojuegos sí, pero con moderación) resulta contradictorio para el niño. El videojuego no debe ser un refuerzo, sino una posible alternativa de tiempo libre.
  • Espacio compartido por la familia. Siempre evitaremos que el niño juegue a videojuegos encerrado en su habitación.
  • Fomentar la conversación sobre los videojuegos que gustan a nuestros hijos. Conectar con los intereses de nuestros hijos es una estupenda forma de consolidar el vínculo con ellos.
  • Evitar los comentarios negativos durante el juego. Hemos acordado un periodo de juego con la consola y sabemos de antemano que el videojuego atrapará por completo la atención de nuestro hijo. Los comentarios del tipo «no haces ni caso» o «estás atontado» o pretender que el niño responda a nuestras peticiones mientras juega (sin reducir antes su nivel de activación) no tiene sentido en este escenario.
  • Anticipar el momento de dejar de jugar. Interrumpir algo que nos gusta es molesto para todos. Cabe esperar, por tanto, que nuestro hijo se muestre reacio a dejar el juego transcurrido el tiempo pactado. Ayudémosle con una pequeña anticipación («En 5 minutos hay que dejar de jugar») y refuerzo social por haberlo hecho. En casos complicados, podemos incluir un elemento motivador: «Tienes que dejar el videojuego. Qué prefieres, ¿jugar a las cartas conmigo o bajar a casa de tu amigo?».

Dicho lo anterior, implementar esta rutina de fin de semana no siempre resulta sencillo, en particular, si el niño o la niña tiene TDAH. Así que, ¿cómo hacemos para implantar y mantener cambios de rutina en el tiempo?

  1. Comunicación del cambio. El niño no debe percibir el cambio como un castigo (de hecho, no lo es), sino como demostración de preocupación por su bienestar y una oportunidad para cosechar beneficios (también recompensas).
  2. Anticipación de la reacción negativa. Sabemos que nuestro hijo expresará su malestar, así que validemos esa emoción («Entiendo que te moleste»), explicándole a continuación que el planteamiento que adoptamos es el adecuado. Es posible que se produzcan picos de enfado. Permaneceremos entonces a su lado sin ofrecer atención a su conducta hasta que reduzca el nivel de activación. En algunos casos, será necesario introducir un sistema de recompensas inicial como motivador externo. De ser así, aconsejamos ofrecer un pequeño incentivo al final de la semana como reconocimiento (refuerzo positivo) del esfuerzo realizado por el niño para postergar el uso del videojuego.
  3. Alternativas al videojuego. Una excelente opción es tiempo compartido con papá o mamá.
 

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