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Soy adulto y tengo TDAH: ¿necesito acudir al psicólogo?

adulto con TDAH siendo atendido por una psicóloga

La importancia del impacto funcional

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad en adultos no presenta siempre la misma intensidad. De hecho, el DSM-5-TR clasifica el TDAH adulto como leve, moderado o grave en función de la cantidad de síntomas que manifiesta la persona y de la medida en que esos síntomas repercuten en su vida diaria.

Muchas personas con TDAH alcanzan la adultez con un buen manejo de su sintomatología. Otras, en cambio, experimentan problemas que lastran su rendimiento académico y laboral, sus relaciones de amistad y de pareja y su salud mental.

Aproximadamente el 50% de los niños con TDAH presentarán algún sintoma en la edad adulta, lo que desmiente el mito de que «el TDAH remite espontáneamente con el paso del tiempo». La hiperactividad característica de la etapa infantil será sustituida por una sensación de inquietud interna y persistirá la inatención, con repercusiones sobre el desempeño diario en las distintas facetas de su vida. Se calcula que en torno a la mitad de los adultos con TDAH experimentarán, en mayor o menor medida, problemas de adaptación social, dificultades académicas o laborales y alteraciones emocionales.

¿Cuándo es necesaria la intervención?

La Guía de Práctica Clínica española recomienda el tratamiento médico farmacológico en los adultos con TDAH de moderado a grave, combinado con la intervención terapéutica. Si la sintomatología es leve y manejable, puede bastar con intervenciones psicológicas de bajo nivel (psicoeducación, estrategias de organización) e incluso con el simple seguimiento.

El psiquiatra o psicólogo valorará el grado de disfunción que el TDAH provoca a la persona. El deterioro funcional (por ejemplo, si no puede mantener un empleo, tiene conflictos constantes en casa o sufre accidentes por distraerse) es un factor crítico en esta valoración. De hecho, el TDAH adulto es una condición clínicamente relevante que puede generar disfunciones importantes en múltiples áreas de la vida –desde lo laboral y social hasta la salud emocional– si no se maneja adecuadamente.

Estudios longitudinales revelan que los adultos con TDAH sin tratar presentan, en promedio, peor estabilidad laboral y social y una mayor propensión a sufrir accidentes que quienes no lo padecen. Tanto es así que el TDAH se considera un claro predictor de desempleo en adultos. La intervención (en etapas tempranas o al menos en la adultez) mejora claramente el pronóstico funcional.

Comorbilidades

El TDAH coexiste a menudo con otros trastornos médicos o psicológicos que pueden agravar la situación. Se estima que entre un 60% y un 80% de los adultos con TDAH manifestarán al menos otro trastorno a lo largo de su vida, ya sea de ansiedad, del estado de ánimo, abuso de sustancias, del sueño e incluso del neurodesarrollo (como trastorno del espectro autista).

Estas comorbilidades son decisivas al valorar el tratamiento. Un adulto con TDAH leve podría manejarse razonablemente bien; pero si además sufre depresión o ansiedad, cabe esperar que empeore la desorganización o la falta de atención propias del TDAH, generando mayor frustración. En muchos casos, la persona busca tratamiento no solo por los síntomas nucleares del TDAH, sino por el malestar emocional o los problemas secundarios (estrés crónico, baja autoestima, etc.) que experimenta al tratar de cumplir las demandas diarias con escasos recursos.

El abordaje terapéutico del TDAH tiene beneficios indirectos sobre las comorbilidades. Por ejemplo, si se reducen los comportamientos impulsivos que provocan el abuso de sustancias, puede mejorar la ansiedad. Y a la inversa: tratar la depresión o la ansiedad despeja el panorama para que la persona aplique mejor las estrategias compensatorias del TDAH.

A la vista de lo anterior, podemos decir que el TDAH en la adultez no implica automáticamente la necesidad de tratamiento psicológico continuo, pero sí merece evaluar cada caso con detenimiento, en particular, cuando hay repercusiones en alguna faceta de la vida. El profesional ponderará la gravedad de los síntomas, la presencia de comorbilidades, el nivel de adaptación y los recursos con que cuenta la persona.

Un adulto bien adaptado, con TDAH leve y sin trastornos asociados, puede vivir plenamente sin intervención clínica, especialmente si ha desarrollado tácticas eficaces de manejo, se desenvuelve en un entorno favorable y posee buenas estrategias personales de afrontamiento. Por el contrario, un adulto con limitaciones funcionales importantes necesitará de un abordaje profesional que le brinde las herramientas compensatorias de las que carece.

No es oro todo lo que reluce

Que una persona con TDAH se las arregle, no significa que sea fácil. Muchos adultos luchan en privado con sus síntomas, aunque aparentemente lleven una vida normal. Tal vez vivan en un estado de estrés constante para no olvidar nada, o dependan de hábitos rígidos para no desorganizarse. Aunque no requieren intervención clínica, esto no equivale a una ausencia de dificultades: están manejando sus déficits a costa de esfuerzo personal con un elevado «coste oculto» (estrés, cansancio, frustración). Con el tiempo, esto puede pasar factura –en forma de burnout o episodios depresivos–, por agotamiento de las estrategias de afrontamiento. Por eso, incluso en individuos bien adaptados, la intervención clínica sigue siendo una opción válida cuando la persona se siente desbordada.

En resumen:

El tratamiento del TDAH en adultos tiene como objetivo «minimizar el impacto de los síntomas en el funcionamiento del paciente, al tiempo que se maximiza su capacidad de compensación y afrontamiento». Alcanzar este equilibrio –con la ayuda de un profesional, en los casos más delicados o si no bastan las compensaciones personales diseñadas por el propio adulto– es el propósito de una buena intervención terapéutica.

 

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