Un modelo educativo poco eficaz
Ahí están los datos: España encabeza la tasa de repetición de la Unión Europea.
Un informe de 2022 de Save the Children («Repetir no es aprender») sitúa la tasa española de repetidores en el 8,5%, frente al menos del 3% del resto de países de la UE. La organización ha querido indagar si repetir curso mejora los resultados. Su conclusión es clara: no lo hace.
Quienes defienden la repetición destacan su doble cometido: sirve como refuerzo del programa académico del curso anterior y penaliza la falta de esfuerzo del alumno, pero los datos demuestran lo contrario: estigmatiza y es una magnífica predictora del fracaso escolar. En lugar de motivar, desanima y empuja al abandono. Además, en términos puramente económicos, repetir supone un altísimo coste para las arcas del Estado.
Save the Children propone una solución sensata: reinvertir los recursos que se ahorrarían al reducir la repetición, sobre todo en la ESO. En el pasado, el criterio era taxativo: suspendidas dos asignaturas troncales o más de dos optativas, el alumnado repetía sin más, incluso varias veces. La LOMLOE trata de personalizar la decisión y limita la repetición a los cursos pares en Primaria, con un máximo de dos durante la etapa obligatoria. La mayoría de los repetidores se concentran, por consiguiente, en la ESO.
Esto plantea otro debate interesante que no es objeto de este post, pero que trataremos en otro: ¿qué pasa en Primaria para que muchos niños no estén preparados cuando llegan a la ESO?
Aunque hoy se evalúan los casos de forma individual y se busca el consenso entre el profesorado y la familia, la tasa sigue siendo alta, lo que pone de manifiesto un fallo profundo.
Como psicóloga, considero la repetición un fracaso del sistema. La ley considera la decisión de repetir un recurso excepcional y así debería ser. Si un número relevante de alumnos no aprueba el curso, el problema está en la base: en la detección temprana de dificultades, en la falta de apoyos o en ratios excesivas sin codocencia.
El seguimiento no debe reducirse a identificar trastornos del aprendizaje o del neurodesarrollo -lo cual, sin duda, es importante-; también consiste en detectar problemas emocionales o entornos familiares complicados, por ejemplo.
Repetir: daño para el alumno y daño para el sistema
Repetir es, muchas veces, la salida fácil ante una intervención ineficaz. A lo sumo, sirve para repasar contenidos; en el peor de los casos, es un castigo. Pero repetir lo ya visto desmotiva, y sus resultados suelen ser pobres. Además, afecta al plano socioafectivo: el alumno pasa el curso con compañeros más inmaduros. Con un problema añadido: como solo se repiten los cursos pares en Primaria, al siguiente se promociona sí o sí. Saber esto tampoco ayuda a tomarse el estudio en serio.
Solo justifico la repetición si hay un desfase madurativo evidente que afecta al aprendizaje y a la integración social del menor. En esos casos, la repetición da margen para el ajuste de ese desfase.
En cambio, repetir no beneficia a alumnos con dislexia u otros trastornos del aprendizaje: no resuelve sus dificultades y les arrebata algo importantísimo: su grupo de iguales, sus vínculos afectivos, su autoestima.
Y no lo olvidemos: muchos de quienes suspenden se han esforzado notablemente a lo largo del curso. No todo el que no aprueba es porque «pasa de estudiar». Para estos alumnos, repetir es demoledor.
¿Significa esto que debamos aprobar a todo el mundo? No. Pero lo urgente es actuar durante el curso para evitar el fracaso. Tal vez haya que mejorar e intensificar la relación con las familias, destinar más recursos a los centros o establecer refuerzos obligatorios durante el próximo curso.
Los niños con necesidades educativas especiales requieren apoyos planificados. Si los apoyos están bien diseñados, pueden mantenerse durante el curso siguiente sin necesidad de repetir. La teoría es clara: antes de tomar es decisión hay que agotar todas las adaptaciones posibles.
Porque si el alumno va a repetir el mismo proceso que el curso anterior, con idénticos recursos, el resultado es el previsible: un año escolar perdido. Y un estrepitoso fracaso del sistema.