Con una frecuencia, por regla general, de carácter trimestral, los padres —y, si así lo solicitan, también los profesores del niño— reciben un informe de evolución que recoge los progresos observados respecto a los objetivos establecidos en el plan de tratamiento individualizado.
Estos informes cumplen una doble función: por un lado, permiten a las familias y al entorno educativo conocer de forma clara y estructurada los avances del niño en las distintas áreas trabajadas; por otro, proporcionan al profesional una herramienta de evaluación continua que le permite revisar, ajustar o reorientar los objetivos y estrategias terapéuticas en función de la evolución real del paciente.
En algunos casos, estos informes también pueden formar parte de la documentación requerida para procesos administrativos, derivaciones a otros profesionales o para el seguimiento coordinado entre centros.