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Niños, redes sociales y culto a la imagen

Una niña escribe a los Reyes Magos pidiéndoles un montón de productos cosméticos

El fenómeno de la belleza infantil en redes sociales

Lidia —7 años de edad— mira a la cámara con desparpajo y responde a la pregunta del entrevistador con una naturalidad pasmosa: «Por supuesto que me gusta el «skin care» y hacer videos explicando cómo me arreglo. Los juguetes me aburren. Prefiero ir a Sephora».

En los últimos años, sobre todo en plataformas como TikTok e Instagram, ha surgido un fenómeno que genera creciente preocupación entre los profesionales de la salud infantil: niños y niñas cada vez más pequeños expuestos a contenidos centrados en la apariencia física, las rutinas de belleza y el consumo de cosmética diseñada para adultos.

Lidia es una de las denominadas Sephora Kids, seguidas por miles de niños (ni siquiera preadolescentes), que han reemplazado el juego y los juguetes por las rutinas de belleza y los tónicos faciales.

Cada día, miles de menores acceden a vídeos protagonizados por otros niños que muestran rutinas de cuidado facial, recomendaciones de productos o compras en tiendas de cosmética. Este modelo transmite un mensaje implícito: la apariencia es una prioridad y el valor personal está ligado a la imagen.

Este tipo de contenidos influye activamente en la construcción de la identidad infantil, en un momento evolutivo particularmente sensible.

Los niños aprenden por imitación. Cuando estos referentes sustituyen al juego, la creatividad y la exploración, se produce la desaparición preocupante de actividades propias de la infancia.

Presión estética a edades tempranas

Los dermatólogos ya han alertado del aumento de consultas pediátricas por irritaciones, dermatitis y otros problemas cutáneos derivados del uso de productos no indicados para la piel infantil. Y advierten sobre las patologías que terminarán provocando sobre la dermis y epidermis de nuestros niños en años futuros. A los efectos físicos inmediatos, se suman las consecuencias psicológicas.

Introducir rutinas estéticas a edades tempranas favorece una relación poco saludable con el propio cuerpo y una percepción distorsionada de las necesidades reales de cuidado personal.

Uno de los efectos más preocupantes es el impacto sobre la autoestima infantil. Cada vez es más frecuente atender en consulta a niños y niñas que manifiestan una preocupación excesiva por su aspecto físico, miedo al juicio externo o rechazo hacia su propio cuerpo.

Estas preocupaciones, que antes se manifestaban en la adolescencia, surgen a edades cada vez más precoces, con el consiguiente riesgo de problemas emocionales, trastornos de la conducta alimentaria y dificultades en la construcción de una autoimagen sana.

El papel de las familias en el uso de redes sociales

Cuando hablamos de menores, es imprescindible señalar la responsabilidad del entorno adulto. Más allá de lo que podamos achacar a las redes sociales o a la ausencia de regulación, padres y madres son los responsables últimos de los contenidos que consumen y producen sus hijos.

Educar significa estar presentes, establecer límites, supervisar, reflexionar y priorizar el bienestar emocional frente a la exposición pública o la popularidad digital.

Menores y trabajo encubierto

La participación de menores en redes sociales cuando existe una contraprestación requiere medidas legislativas mucho más rigurosas. Si un niño o una niña recibe beneficios materiales por su actividad digital, esta debería considerarse una forma de trabajo, por mucho que el menor parezca divertirse o aunque sus padres le acompañen en el unboxing o en la demostración de productos publicitados más o menos abiertamente.

Esta realidad plantea importantes dilemas éticos y psicológicos ante el riesgo de que el desarrollo emocional del menor quede supeditado a métricas, visualizaciones o ingresos.

Importancia del juego en el desarrollo emocional infantil

Los niños y niñas tienen una tarea fundamental: jugar. El juego es el principal medio de aprendizaje emocional, social y cognitivo durante la infancia. A través de él se desarrollan la creatividad, la regulación emocional, la autoestima y las habilidades sociales.

Sustituir el juego por la exposición en redes o por dinámicas propias del mundo adulto supone un riesgo para un sano desarrollo. El objetivo de la infancia es el crecimiento integral de la persona, no el engrosamiento de una cuenta bancaria.

 

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