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Talleres de expresión corporal: herramienta de intervención en la tartamudez temprana

Los niños que tartamudean no son conscientes de su problema ni experimentan sentimientos negativos hacia su forma de hablar hasta aproximadamente los cuatro o cinco años. Generalmente, son las reacciones del entorno —familia, compañeros, educadores— las que les hacen tomar conciencia de la dificultad. Durante los primeros años de vida, la tartamudez está profundamente influenciada por el entorno emocional y comunicativo en el que el niño se desenvuelve. Más adelante, este trastorno se vuelve más autónomo e independiente del contexto, y si no se aborda adecuadamente, tiende a cronificarse. Así, un niño pequeño puede tartamudear en situaciones puntuales de presión o fatiga, mientras que un adolescente puede hacerlo por la sola anticipación de hablar en público o ser evaluado.

Durante estos primeros años, no se recomienda una intervención directa sobre el habla del niño, ya que podría aumentar la presión comunicativa y generar frustración, reforzando los bloqueos, las conductas de evitación o sentimientos de inseguridad. Una intervención inadecuada puede hacer que el niño relacione el habla con una exigencia o una fuente de estrés, lo cual refuerza el problema.

Es más conveniente un enfoque «indirecto» o positivo, basado en la orientación y entrenamiento de los padres. El logopeda debe acompañar a la familia, ayudándoles a comprender la naturaleza del trastorno, identificar factores desencadenantes y adoptar un estilo comunicativo más pausado, receptivo y libre de juicios. Aprender a no corregir constantemente al niño, a evitar interrupciones y a no mostrar ansiedad ante los bloqueos es parte fundamental del proceso terapéutico.

También se recomienda fomentar entornos de comunicación relajados, respetar los turnos de palabra y reforzar cualquier intento comunicativo del niño, independientemente de su fluidez. En este contexto, están especialmente indicados los talleres de expresión corporal y teatral, en los que el niño, a través del juego simbólico, la dramatización y la imitación de voces y personajes, explora distintos modos de expresión. Este tipo de actividades le permite desarrollar nuevos patrones prosódicos, ganar confianza, controlar su ritmo de habla y expresarse de forma más fluida y relajada.

 

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