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He recibido el diagnóstico de TDAH. ¿Y ahora qué?

adulto con TDAH que acaba de recibir el diagnóstico y no sabe qué hacer

Después del diagnóstico

Lo primero que tienes que hacer es respirar tranquilo o tranquila. Si has solicitado una valoración es, probablemente, porque has venido «trampeando» desde hace tiempo unas dificultados que afectan a muchas o todas las facetas de tu vida. Has desarrollado estrategias compensatorias que te han permitido ir tirando, o incluso triunfar en tu entorno profesional, pero a costa de una sobrecarga constante con lo que ello genera: sensación de desgaste, incomodidad persistente, un malestar que no consigues ubicar. O tal vez un cambio en tus circunstancias personales (un nuevo trabajo o el nacimiento de un hijo, por ejemplo) haya hecho que las estrategias que han funcionado hasta ahora se queden cortas.

No saber lo que te sucede genera confusión, culpa y una autocrítica exacerbada. Te da la impresión de estar jugando una partida de naipes sin poder ver qué mano llevas. Los demás siempre parecen tener una ventaja. Ahora tienes un diagnóstico y puedes entender qué te ocurre y por qué te ocurre: es el momento de conocer bien tus cartas y jugar con estrategia.

Antes de centrarnos en el TDAH veamos que llevas en la mochila

Antes de abordar el trastorno en sí, conviene detenerse en aquello que has ido acumulando con el tiempo: inseguridad, baja autoestima, dificultad para relacionarte, miedo al juicio, frustración por no cumplir expectativas propias o ajenas. Estos elementos no forman parte de la sintomatología nuclear del TDAH, pero son consecuencia frecuente de haberte expuesto a situaciones demandantes sin saber qué te pasaba.

El diagnóstico es importante como punto de partida, pero no resuelve tus dificultades. Antes de nada, necesitas familiarizarte con el TDAH y, sobre todo, con cómo se manifiesta en ti. No todos los síntomas se presentan de la misma forma ni con la misma intensidad. La psicoeducación será un elemento clave de la terapia: a través de ella aprenderás qué es TDAH, qué no es y cómo se relaciona con tu forma de pensar, sentir y actuar.

Pese a la creencia generalizada, el TDAH no afecta únicamente a la atención y al control de la impulsividad. Repercute en la forma en cómo razonas, gestionas tus emociones, actúas o te interrelacionas con los otros. Algunas personas lo notan más en la dificultad para organizar tareas, otras en su tendencia a saltar de una idea a otra, en los olvidos, en la irritabilidad o en la necesidad constante de estímulos. Cuando conoces de qué forma te afecta, es más fácil identificar estrategias que encajen contigo.

¿Y la medicación?

Es probable que el profesional que te ha diagnosticado te haya hablado de la posibilidad de iniciar un tratamiento farmacológico. No hay una única opción válida y la elección depende en gran medida del grado de afectación funcional, de las comorbilidades presentes, de las estrategias personales, de la red de apoyo y incluso de la percepción subjetiva del propio afectado: hay personas que mejoran mucho con medicación y se benefician de la combinación de psicofármacos y terapia cognitivo-conductual, en tanto que otras se decantan por la intervención psicológica exclusivamente. En cualquier caso, no hay fórmulas mágicas: la medicación puede facilitarte el camino, pero no te enseña a organizarte ni a gestionar tus emociones.

Estrategias para la vida cotidiana

No se trata de convertirte en alguien diferente (lo que, por otra parte, resultaría absurdo), sino de aprender a sacar el máximo partido de tus recursos, de aquellos que has pasado por alto o no valoras lo suficiente. E introducir algunos cambios que te faciliten las cosas en el entorno en el que te desenvuelves. Probablemente necesites establecer rutinas claras, emplear recordatorios visuales, entender el impacto del medio en tu capacidad de concentración, aprender a reconocer cuándo necesitas un descanso o un cambio de tarea o reforzar algunas habilidades emocionales. Y, posiblemente, revisar las exigencias autoimpuestas: muchas personas con TDAH viven bajo la presión de sentir que tienen que esforzarse el doble para hacer lo que otros consiguen sin dificultad. Un profesional familiarizado con el TDAH en adultos te ayudará a relativizar esa sensación. El diagnóstico es el primer paso.

 

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