La disfemia es un trastorno complejo de la fluidez del habla que puede presentarse de forma variable según la edad, el contexto y la etapa del desarrollo. Por este motivo, existen diversos enfoques terapéuticos. Aunque el tratamiento es más eficaz cuando se inicia a edades tempranas, en algunos casos la intervención debe adaptarse cuidadosamente para evitar efectos contraproducentes.
Cuando la tartamudez no está aún claramente instaurada y se sospecha que puede tratarse de una disfluencia evolutiva —una etapa transitoria y común durante el desarrollo del lenguaje infantil—, uno de los temores de padres y especialistas es que intervenir de forma directa pueda hacer que el niño tome conciencia del problema y se agrave la situación.
En estos casos, especialmente con niños pequeños, puede estar indicada la terapia indirecta. Esta modalidad de intervención consiste en trabajar a través de los padres, sin actuar directamente sobre el niño. De este modo, el menor no percibe que existe un problema y continúa comunicándose con naturalidad y confianza.
El logopeda orienta a las familias mediante pautas concretas de comunicación y conductas que favorecen la fluidez del habla. Los padres aprenden a adaptar su ritmo conversacional, a evitar interrupciones o correcciones innecesarias y a crear un entorno verbal tranquilo y seguro. El niño, al interactuar en este contexto, tiende a imitar estos modelos sin necesidad de ser corregido directamente.
La terapia indirecta requiere seguimiento profesional y un entorno familiar comprometido. En muchos casos, es una vía eficaz para prevenir el desarrollo de una disfemia consolidada, especialmente en los primeros años de vida.