El lenguaje adolescente: más que muletillas
Te das cuenta de que has entrado en la edad madurita cuando empiezas a observar con ternura a esos grupos de adolescentes hiperconectados, donde las muletillas («bro, en plan, literal, random, ni tan mal…») ocupan tanto espacio que te cuesta descubrir entre ese batiburrillo de palabras triplicadas el mensaje que quieren transmitir. Y sonríes al recordar que todos hemos pasado por ello y que, con el tiempo, se cura sin dejar secuelas.
Cualquier padre o madre de adolescentes escucha estas expresiones decenas de veces al día. Y no es raro que, con cierta sorna, acaben utilizándolas en las conversaciones con sus hijos.
Este fenómeno no es superficial: el lenguaje compartido o jerga funciona como adhesivo social. Les ayuda a reforzar su pertenencia al grupo de iguales en el momento en que empiezan a distanciarse de los padres para construir su identidad.
De héroes a guías discretos
Así es, papás y mamás: ya no somos los héroes a los que nuestros pequeños miraban con admiración incondicional. Nuestros hijos se están convirtiendo en hombres y mujeres, y ese proceso exige que se alejen de nosotros. Así que aprovechemos la infancia y la preadolescencia para transmitirles valores, hábitos y recursos que les ayuden a ser adultos sanos y autónomos.
Y aunque cueste creerlo y no lo parezca, nuestros hijos necesitan que estemos presentes, como referentes silenciosos que siguen marcando límites y ofreciéndoles seguridad.
¿Muletilla o falta de recursos para decidir?
Observo, sin embargo, una costumbre lingüística entre los chavales que me despierta ciertos recelos: el uso frecuente de la respuesta «sí-no-bueno-no estoy seguro» (o variantes parecidas), como si se tratara de una sola palabra, ante preguntas que requerirían un «sí», un «no» o un «no lo sé» en caso de duda.
Tal vez sea una muletilla más que funciona como mecanismo para ganar tiempo, evitar comprometerse o incluso como código de grupo para no sonar demasiado rotundo. Pero si este patrón se vuelve sistemático y se acompaña de signos de falta de iniciativa, puede ser la manifestación de una dificultad creciente para tomar decisiones y defender una postura en un momento vital donde deberían comenzar a consolidarse la autonomía y el pensamiento crítico.
Padres y madres podemos ayudar a entrenar estas habilidades sin caer en sermones o imposiciones que, por lo general, resultan muy poco o nada eficaces. Os propongo algunas estrategias útiles:
- Plantear opciones limitadas: en lugar de «¿qué quieres hacer?», ofrecer «¿prefieres esto o lo otro?».
- Validar las dudas: reconocer que es normal no tener siempre clara la respuesta, pero animar a que verbalicen lo que sienten.
- Fomentar el pensamiento crítico: compartir cómo tomamos nuestras propias decisiones, mostrando los procesos, no solo los resultados.
- Tolerar el error: entender que decidir también implica equivocarse y que ese aprendizaje es parte esencial del crecimiento.
La adolescencia es una compleja etapa de transición. La jerga de nuestros chavales puede resultarnos a veces incomprensible y su apatía desconcertante, pero la mayoría de estas conductas son pasajeras y forman parte del proceso de construcción de una identidad propia.