Inicio   Psicología   Señales de alerta en la adolescencia

Señales de alerta en la adolescencia

Viñeta humorística de padres desesperados porque no saben qué hacer con su hijo a pesar de haberse leído el manual para padres

Lo que no debemos pasar por alto

La adolescencia es una etapa compleja, intensa y vulnerable. Aunque hayamos construido una base sólida de afecto, diálogo y respeto con nuestros hijos durante la infancia, esta nueva etapa puede traer consigo desafíos que escapan a nuestra experiencia como padres. Y es que, aunque hagamos las cosas bien, pueden aparecer conductas que indiquen la presencia de un posible trastorno emocional o psicológico.

Conviene conocer las señales que nos alertan de que algo no va bien. Algunas pueden parecer «normales» en la adolescencia, pero cuando se vuelven persistentes, se intensifican o alteran la vida cotidiana, es el momento de solicitar asesoramiento especializado.

Algunas señales de posible trastorno

  • Agresividad: una cosa es que nuestro hijo o hija se enfade y otra que proyecte esa ira de forma agresiva. Si inicia o participa en peleas, rompe cosas con frecuencia o discute de forma violenta con familiares o profesores, puede estar expresando un malestar interno que necesita ser atendido profesionalmente.
  • Conductas antisociales: aunque probar límites forma parte del desarrollo adolescente, cuando aparecen actos como pequeños hurtos, vandalismo o desobediencia constante a las normas sociales, estamos ante un patrón que puede derivar en problemas más serios si no se interviene a tiempo.
  • Conductas de riesgo reiteradas: es normal que los adolescentes experimenten, pero si se repiten comportamientos como el consumo de sustancias, el absentismo escolar, las autolesiones o las fugas del hogar, debemos interpretarlo como una llamada de atención que requiere ayuda especializada.
  • Aislamiento superior al esperado: no debe extrañarnos que los adolescentes busquen más intimidad o tiempo a solas, pero si este aislamiento se vuelve constante, evita todo contacto familiar, no mantiene relaciones con sus amistades habituales o muestra desinterés por cualquier tipo de interacción, debe saltar la alarma.
  • Verbalizaciones negativas hacia sí mismo: frases como «no valgo para nada», «soy feo», «no me gusto» o «nadie me quiere» no deben tomarse a la ligera. Estas expresiones pueden ser reflejo de una baja autoestima o de pensamientos depresivos que necesitan evaluación.
  • Cambios significativos en su conducta: si deja de golpe actividades que antes disfrutaba, pierde interés por sus amistades o abandona rutinas que le generaban bienestar (deporte, música, lectura, etc.), puede estar atravesando una fase de desconexión interna.
  • Falta de empatía: aunque cierta actitud egocéntrica es normal en esta etapa, cuando observamos una indiferencia persistente hacia los sentimientos de los demás o incluso actitudes crueles o insensibles (con hermanos, compañeros, animales…), debemos considerar la posibilidad de un bloqueo emocional o un trastorno de conducta.
  • Irritabilidad excesiva: el enfado es frecuente en la adolescencia, pero si cualquier pequeño estímulo desencadena reacciones desproporcionadas, constantes enfrentamientos o maltrato verbal hacia quienes le rodean, puede ser una señal de que no está gestionando adecuadamente sus emociones.
  • Gran reactividad emocional: si ante cualquier contratiempo reacciona con una intensidad emocional extrema y, tras ello, experimenta sentimientos de culpa, frustración o tristeza profunda, es importante valorar si existe una dificultad en el manejo emocional o una posible alteración del estado de ánimo.
  • Relaciones de dependencia: cuando un adolescente se apega en exceso a una persona (pareja, amigo, figura de referencia) y esa relación se basa en el miedo al abandono, el control o la culpa, estamos ante una vinculación poco sana que puede ser perjudicial para su desarrollo emocional.
  • Obsesión por la imagen corporal: más allá de la preocupación normal por el aspecto, si observamos comportamientos como evitar comer en público, seguir dietas extremas, ejercitarse compulsivamente o realizar conductas compensatorias, puede tratarse de un trastorno de la conducta alimentaria.

¿Qué hacer si detectamos estas señales?

Cuando los padres observemos este tipo de indicadores, tenemos que pedir ayuda externa. No somos las personas adecuadas para tratar estos temas con nuestros hijos adolescentes. Y debemos asumirlo sin sentirnos mal por ello. Lo éramos cuando eran pequeños, ahora no.

Nuestra función es identificar estos signos y dejar que un profesional se encargue de la situación. Teniendo esto claro, evitaremos frustraciones por nuestra parte y conflictos con nuestros hijos.

No se trata de dramatizar, sino de asumir que a veces lo que necesita nuestro hijo escapa de nuestras manos.
 

No se admiten comentarios.

Powered by Docxpresso
¿Qué quieres saber?
💬 ¿Necesitas ayuda?
Bla-Bla
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?
Ten en cuenta que la respuesta puede no ser inmediata si nos llamas a partir de las 20:30. Te responderemos lo antes posible :-)