Todos nos enfrentamos a dificultades a lo largo de nuestra existencia. Es algo natural, esperable y sano. Cuando alguna de estas dificultades nos causa malestar, influye en el funcionamiento de nuestro día a día o afecta a aquéllos que queremos, siempre tenemos la opción de pedir ayuda externa para sobreponernos a ella.
El papel decisivo de los padres en la terapia infantil
En el caso de los niños, sin embargo, no son ellos los que toman esta decisión, sino que recae en los padres. Este es uno de los aspectos que diferencian claramente la terapia con niños de la terapia con adultos.
Cuando los padres deciden consultar con un profesional, suele ser para buscar recursos encaminados a ayudar a su hija o hijo. Por lo general, antes de solicitar esa ayuda, ya han adoptado una o varias medidas que no han dado los resultados buscados.
Así, la figura del terapeuta cumple una función de apoyo y guía para el niño, pero sobre todo para los padres; son ellos los que aprenderán y pondrán en práctica en su día a día los recursos que les facilitará el terapeuta.
Lo que buscamos no es que el niño o la niña resuelva sus dificultades en la consulta, a la que acude uno o dos veces por semana, sino que lo haga en su casa, en su colegio…, en definitiva, en su entorno cotidiano. Por ello, es tan importante el papel de los padres en la terapia. Son ellos quienes aseguran que los éxitos obtenidos durante la sesión también se repetirán fuera de ella.
Los padres son las principales figuras de referencia de sus hijos. En muchos casos, son las únicas personas con las que el pequeño se relaciona a diario durante sus primeros años. Son el espejo en el que se miran los niños. Por ese motivo, son tan significativas las interacciones y dinámicas entre padres e hijos.
La valiosa función del «coterapeuta»
Los padres son —por todo lo expuesto— los auténticos terapeutas de sus hijos, ya que son ellos los que harán que los cambios alcanzados en terapia sean realmente significativos.
Empleamos el término «coterapeuta» para referirnos a los padres que acompañan a sus hijos a terapia, entendiendo por tal a aquella persona o personas no profesionales que, por ser significativas para el paciente, cumplen una función terapéutica para el niño y reciben del profesional los recursos necesarios para ayudarle.
Los objetivos terapéuticos pueden alcanzarse por varias vías, principalmente:
- Trabajando con el pequeño en la consulta o en su contexto cotidiano: es lo que denominamos «terapia directa».
- Trabajando con las personas significativas para el niño como son sus padres, familiares cercanos, profesores, otros profesionales e incluso iguales (amigos, compañeros de clase…): es lo que llamamos «terapia indirecta».
Ambas modalidades se combinan para abordar el caso de la manera más global y efectiva posible, teniendo en cuenta todos los factores que pueden influir en la problemática del pequeño.
Cuando también los padres necesitan apoyo
Puede darse la circunstancia de que los padres, a fin de poder cumplir la función de coterapeutas de sus hijos, consideren oportuno buscar apoyo para resolver sus dificultades personales o de pareja, ya que éstas pueden estar favoreciendo el mantenimiento o la agudización de las dificultades del pequeño. También puede ocurrir lo contrario: las dificultades de la hija o el hijo afectan al bienestar personal y a la relación de pareja de sus padres.
El hecho de asumir que nuestro hijo tiene una o varias dificultades que le afectan o nos afectan es un proceso complejo y a menudo doloroso, en el que influyen nuestros deseos, expectativas, miedos, inseguridades, experiencias emocionales… Y hemos de añadir a esto la asunción del nuevo rol de coterapeutas.
Por ello en tan importante, en la terapia de la niña o el niño, tener en cuenta las necesidades de los padres y que estos sean conscientes de que tal vez necesiten pedir apoyo para ellos mismos.
Cuando los padres se sienten bien, ese bienestar se traslada a sus hijos y facilita notablemente su función de coterapeutas.