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Ansiedad: una compañera muy absorbente

Representación visual de la ansiedad como reacción emocional intensa

Cuando la ansidad pierde su función adaptativa

La ansiedad es una respuesta normal ante situaciones de miedo o amenaza. Si se producen circunstancias de este tipo, nuestro organismo desencadena una serie de reacciones fisiológicas y emocionales cuya función es prepararnos, bien para hacer frente a esa amenaza, bien para huir de ella con rapidez y eficacia.

Pero lo que en principio es un útil mecanismo adaptativo, puede terminar transformándose en un trastorno que menoscaba nuestra calidad de vida si esa cadena de reacciones se dispara en ausencia de amenazas reales o potenciales.

La ansiedad se vuelve problemática cuando nuestro organismo reacciona ante amenazas inexistentes.

¿Cómo se desencadena la ansiedad?

Por regla general, un estímulo disparador (una situación o un pensamiento) genera una interpretación errónea, de carácter negativo, que activa nuestro estado de alerta con toda la sintomatología fisiológica característica de la ansiedad (activación del sistema nervioso simpático, aumento del ritmo cardíaco y de la presión arterial, sudoración, dilatación de vías respiratorias, incremento del flujo sanguíneo hacia los músculos…). Se produce entonces un círculo vicioso: esas reacciones fisiológicas exacerban los pensamientos negativos («estoy sufriendo un infarto», «me voy a morir»), lo que a su vez incrementa la intensidad de la respuesta de nuestro organismo.

¿Por qué se mantiene el trastorno de ansiedad?

Generalmente, por evitación. La persona que sufre una crisis de ansiedad lo pasa tan mal que trata por todos los medios de evitar que se repita. Dejará, por consiguiente, de exponerse a situaciones que puedan volver a provocarla. Si le aterrorizan los espacios cerrados, no utilizará el ascensor, y si teme las situaciones sociales, eludirá los entornos nuevos o desconocidos.

La evitación mantiene el trastorno de ansiedad y lo refuerza, al impedir la exposición a experiencias que podrían desmontar los temores.

Al no enfrentarse a esas situaciones con las herramientas adecuadas, mantiene el trastorno, con el riesgo de empeoramiento, en cuyo caso las crisis de ansiedad tendrán mayor intensidad y afectarán a un mayor número de contextos.

Estrategias para comenzar a abordar la ansiedad

Las pautas siguientes son útiles para personas atrapadas en este patrón, pero cuando la ansiedad se vuelve limitante (y preferiblemente antes de llegar a ello) es imprescindible solicitar ayuda profesional.

1. Comprender lo que ocurre en el cuerpo

Conocer las reacciones fisiológicas de la ansiedad ayuda a desactivar el miedo a «volverse loco» o a «sufrir un infarto». Entender que el cuerpo está activando un sistema de defensa —aunque no haya un peligro real— es un primer paso para recuperar cierto control.

2. Dejar de evitar (poco a poco y con ayuda)

Evitar lo que genera ansiedad proporciona alivio a corto plazo, pero refuerza el problema a largo plazo. La terapia cognitivo-conductual utiliza la exposición gradual a esas situaciones temidas, en un entorno seguro y estructurado. No se trata de exponerse sin más, sino de hacerlo con una estrategia clara.

3. Cuestionar el diálogo interno

La ansiedad suele ir acompañada de pensamientos catastrofistas, rígidos o irreales. Un proceso terapéutico permite identificar esas interpretaciones, cuestionarlas y generar alternativas más realistas. No se trata de pensar en positivo, sino de pensar con perspectiva.

4. Cuidar el cuerpo también ayuda

El sueño, la alimentación, la respiración y el movimiento tienen un impacto directo sobre el sistema nervioso. Introducir pequeñas rutinas de autocuidado —como dormir lo suficiente, reducir el consumo de cafeína o practicar respiración diafragmática— no resuelve el trastorno, pero crea un terreno más favorable para abordarlo.

5. Aprender a observar (sin reaccionar)

Muchas personas encuentran útil incorporar técnicas de mindfulness o atención plena. Aprender a observar los síntomas sin luchar contra ellos puede reducir la intensidad de la reacción ansiosa y fomentar una relación más amable con uno mismo.

6. Pedir ayuda no es un fracaso

La ansiedad, si es persistente, no suele desaparecer por sí sola. Solicitar el acompañamiento de un profesional de la salud mental es una excelente decisión.

 

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