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Ir al psicólogo: ¿en qué consiste?

adolescente en consulta psicológica diciendo que el algoritmo le ha recomendado acudir

¿Cuándo puede ayudarte acudir a un psicólogo?

Quizá en alguna ocasión te has preguntado si deberías ir a un psicólogo. O quizá no lo hayas considerado porque no crees que te pueda ayudar o entiendes que el tiempo es el mejor remedio. Si este es tu caso, o simplemente tienes dudas, a continuación te aclaro algunas de las razones más habituales por las que las personas suelen acudir al psicólogo, con el fin de que puedas tomar una decisión informada.

Utilizo la expresión «tomar una decisión», porque el ir al psicólogo no es una cuestión de «deber», sino de «elegir». Existen multitud de motivos (tantos como individuos en el mundo) que pueden llevar a cualquier persona a consultar a un profesional de la psicología.

Motivos habituales para solicitar terapia psicológica

  • Tienes dificultades para afrontar cierta/s situación/es y ello te genera malestar.
  • Has sufrido la pérdida de alguien o algo muy importante para ti y ello te causa un elevado nivel de sufrimiento.
  • Tienes muchas dudas, sensación de inseguridad y/o indecisión.
  • Algunas cosas que haces te hacen daño o afectan a personas significativas para ti.
  • Tienes pensamientos que no te puedes quitar de la cabeza y te hacen sentir mal.
  • Te encuentras en un contexto o en una situación que te desagrada y no sabes cómo salir de ella para sentirte mejor.
  • Una persona cercana a ti u otro profesional te ha aconsejado que acudas a un psicólogo.
  • Tienes experiencias que te cuesta explicar con palabras, te sientes diferente a los demás y ello te genera malestar.
  • Te sientes avergonzado por algunas cosas que haces.
  • El tratamiento o proceso que estás siguiendo en la actualidad no te ayuda a alcanzar unos resultados satisfactorios para ti.

Malestar psicológico: una experiencia universal

Los motivos anteriores, y muchos otros que no se recogen en este listado, tienen algo común: la sensación de malestar o sufrimiento. Partimos de la base de que cualquier persona sana sufre y siente malestar a lo largo de su vida, pero «salud y felicidad» y «malestar y sufrimiento» no son dos conceptos excluyentes: al contrario, podemos considerarlos como las dos caras de la moneda de la vida.

En ocasiones, sin embargo, ese sufrimiento puede resultar insoportable, desagradable, inconcebible, inaceptable o, quizás, se trate de un malestar de baja intensidad, pero tan persistente que comienza a hacerte la vida cuesta arriba. Muchas personas optan entonces por acudir a un psicólogo o psicóloga que les ayude a sentirse mejor.

Me gustaría aconsejarte algo basado en muchos años de experiencia: no hace falta que toques fondo para solicitar ayuda profesional. No permitas que el malestar escale o se normalice y llegue ese momento en el que te preguntes: ¿de verdad he disfrutado de la vida?

¿Que puede aportarte la psicoterapia?

La psicoterapia no se limita a «hablar de lo que te pasa» o de cómo «puedes sentirte mejor»: es un proceso técnico estructurado que origina cambios sutiles y progresivos a distintos niveles del funcionamiento psicológico.

A continuación te explico algunos de los enfoques más habituales:

  • Regulación emocional: aprenderás, en un espacio seguro, a identificar, comprender y modular las emociones complejas. No se trata de «calmarse», sino de desarrollar estrategias para tolerar la incertidumbre, reducir la reactividad de tu respuesta al estrés o recuperar el equilibrio tras situaciones adversas. Este entrenamiento emocional se sustenta en modelos como la Terapia Focalizada en la Emoción o la Terapia Dialéctica Conductual.
  • Construcción de una narrativa coherente: muchas veces, el malestar no proviene solo de lo que sucede, sino de cómo lo interpretamos. La psicoterapia permite integrar experiencias pasadas y presentes en una narrativa personal más coherente y sin fragmentaciones, lo que favorece la autocomprensión. Este proceso está especialmente presente en terapias como la narrativa, la EMDR o la psicodinámica.
  • Modificación de patrones cognitivo-conductuales disfuncionales: la intervención psicológica ayuda a detectar pensamientos automáticos, creencias irracionales y estilos de afrontamiento poco efectivos. No basta con «pensar positivo»; se trata de reformular de forma realista los esquemas mentales que nos hacen daño y perpetúan el malestar. Este es el cometido de la Terapia Cognitivo-Conductual y sus desarrollos actuales (TCC de tercera generación).
  • Consolidación de la identidad y del sentido del yo: en contextos de crisis o desarrollo, es frecuente sentirse «perdido» respecto a lo que somos y queremos. La terapia puede facilitar procesos de individuación, exploración de valores personales y toma de decisiones coherentes con la identidad propia, algo crucial en adolescentes, adultos jóvenes o tras eventos vitales dolorosos o impactantes.
  • Reparación relacional y desarrollo de habilidades interpersonales: a través del vínculo terapéutico —seguro y libre de prejuicios—, podemos revisar modelos internos de relación, mejorar la asertividad, aprender a establecer límites y desarrollar vínculos más sanos fuera de consulta.
 

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