Inicio   Psicopedagogía   Reagrupamiento escolar: nunca llueve al gusto de todos

Reagrupamiento escolar: nunca llueve al gusto de todos

La semana pasada, Rosa Cardador, miembro de la junta directiva del ampa del CEIP Salvador Dalí, nos trasladaba el malestar que había ocasionado entre algunas familias la decisión de la dirección del centro de llevar a cabo, por primera vez, la reagrupación escolar. También fue sugerencia suya que impartiésemos una charla sobre el tema (¡gracias, Rosa, por la excelente organización).

Desde entonces, otras familias nos han manifestado su temor de que la política de reagrupación afecte negativamente a sus hijos, en particular, en el caso de niños con NEE, por lo que he creído de interés dedicar hoy un post a este tema.

¿Disponemos de evidencia científica?

Lo cierto es que carecemos de evidencia científica que respalde o, por el contrario, demuestre la ineficacia de esta medida. En un plano puramente teórico, lo único que podemos hacer es extrapolar la profusa información que disponemos sobre la psicología del desarrollo y de los grupos y tratar de valorar, a partir de ese conocimiento, sus posibles ventajas o desventajas. Aun así, no es tarea fácil, ya que son muchas las disciplinas y criterios que conviven bajo el paraguas de la psicología del desarrollo. Así las cosas, lo único que por el momento podemos tomar como referencia realista es la experiencia personal que nos transmiten los padres y madres de los niños afectados por la medida.

No hay dos niños iguales

Efectivamente, no hay dos niños iguales, por lo que nos encontramos con gran variedad de opiniones respecto a la política de agrupamiento. Por no extender demasiado este post, he dividido a las familias en dos categorías generales obviando los matices (estoy a favor, pero con reservas, me parece aceptable solo en casos concretos, etc.): las que están a favor de la reagrupación y las que están en contra.

Lo primero que observamos es que los hijos de uno y otro grupo de familias -a favor o en contra de la medida- cumplen alguna o varias de las características que indico a continuación:

Este tipo de familias apoyan el reagrupamiento porque lo consideran una forma de fomentar, a través de la experiencia, la adaptación al cambio a todos los niveles: profesores, amigos y forma de aprender (ya que cada maestro tiene su forma de interactuar con los alumnos y de expresarse verbal y corporalmente).

También apoyan esa medida como forma de intervención drástica, a través de un agente externo, en situaciones persistentes de conflicto en el aula («cambiar de contexto para atajar el problema de raíz»).

Estas familias buscan evitar situaciones de estrés derivadas de poner en marcha, cada dos años, un proceso de adaptación y, sobre todo, quieren afianzar vínculos seguros que permitan al niño enfrentarse a los cambios más adelante.

Como podemos observar, ambas posturas son totalmente razonables porque se fundamentan en las peculiaridades de niños y niñas. Las familias que se resisten al reagrupamiento tendrán, con probabilidad, hijos cuyas características particulares dificultan la adaptación al cambio.

¿Igualdad o equidad?

Cada niño tiene sus necesidades. Atender a esas necesidades debiera ser la piedra angular del sistema educativo. Un sistema basado en la igualdad considera que todos los niños tienen las mismas necesidades, por lo que tratará a todos por igual. Un sistema basado en la equidad entiende que cada niño tiene sus peculiaridades y que, por tanto, si tratamos a todos de la misma forma, pecaremos de injustos con los niños con necesidades específicas.

Obviamente, un sistema educativo basado en la equidad es mucho más complejo y consume más recursos. La pregunta es: ¿tenemos esos recursos?, ¿y personal cualificado?, ¿se favorece en el colegio la coordinación con otros profesionales (psicólogos, neurólogos, psiquiatras, pedagogos…)?, ¿se trabaja la inteligencia emocional?, ¿se atiende a aspectos no académicos?, ¿se tienen en cuenta la motivación individual y el estilo de aprendizaje del niño?, ¿se mantiene una comunicación fluida con las familias?

Nuestra experiencia como profesionales de la psicología pone de manifiesto que nada de esto es habitual en los colegios, y no porque sean buenos o malos, sino porque el sistema educativo no contempla la equidad. Surgen entonces las etiquetas, la desmotivación, el malestar emocional, las diferencias de rendimiento, el conflicto y los problemas derivados de la falta de ajuste.

Reagrupación o sistema educativo, ¿dónde está el problema?

Sólo podremos entender el porqué de la reagrupación si tenemos en cuenta el elevado porcentaje de niños y niñas inmersos en los problemas a los que hago referencia en el párrafo anterior. Algo falla en nuestro sistema educativo y, a mi juicio, la política de reagrupación tiene el claro objetivo de intentar tapar las deficiencias de un sistema educativo poco eficaz y sin recursos para dar respuesta a las necesidades individuales de sus protagonistas: los niños y las niñas.

Ante un sistema educativo que no permite trabajar los vínculos o abordar adecuadamente los conflictos, que no facilita la adaptación de los niños diferentes, que no ofrece herramientas específicas a alumnos que aprenden de otra forma o que, en el mejor de los casos, ofrece recursos insuficientes, surge la «reagrupación de los niños» como una solución de urgencia, relativamente rápida, y que consume pocos recursos.

¿En qué criterios se basa la implantación de esta medida?

  • Homogeneización de grupos y compensación de niveles de desempeño.
  • Fomento de la interacción social y de la capacidad de adaptación a nuevos entornos.
  • Eliminación de roles adquiridos (individuales y grupales).
  • Eliminación de rivalidades.
  • Mejora a medio-corto plazo del rendimiento del alumno, en particular, y de la clase en general.
  • Mejora de la flexibilidad cognitiva.

Sin duda, estos criterios son loables, pero ante ellos es inevitable preguntarse: ¿es necesario reagrupar a los niños cada dos años para conseguir esto? Y como la pescadilla que se muerde la cola, volvemos al punto de partida. Si dispusiésemos de un sistema en el que se otorgase más importancia a la inteligencia emocional, con más profesionales por aula y mayores recursos económicos para atender a la diversidad y dar respuesta a las peculiaridades del niño dentro de su propia aula, estos criterios de reagrupación no tendrían razón de ser.

¿Estoy de acuerdo con esta medida? Lo que verdaderamente quisiera es una revolución de nuestro sistema educativo pero, hoy por hoy, esto no es más que un desiderátum. ¿Puedo afirmar tajantemente que la reagrupación beneficia, en términos generales, a los niños? Imposible saberlo sin un estudio a largo plazo. Creo que debemos entenderla como un intento -aun sabiendo que no está exento de perjuicios- de evitar situaciones derivadas de la falta de prevención y acompañamiento del niño (un único profesor no tiene capacidad para prevenir y gestionar por sí solo lo que pueda pasar a cada uno de sus 28 alumnos). De lo que sí estoy totalmente convencida, es de que esta medida debe ir acompañada siempre de una especial atención a los niños más vulnerables. Aquí es donde las familias debemos poner el foco. Los profesores saben cómo son nuestros hijos en el aula. Nosotros sabemos como son en casa. Ambos conocimientos son complementarios, por lo que es importante una buena comunicación docente-familia. No dejemos de informarles de aquello que consideremos de relevancia para el bienestar del niño.

Ante el actual estado de cosas y respondiendo a la pregunta inicial, diría que sí al reagrupamiento, pero con excepciones.

Los padres y madres tenemos mucho qué hacer. No se trata de aceptar la medida sin más, en particular, si tenemos reservas. Podemos:

  • Transmitir nuestra preocupación a los profesores (¡nunca a nuestro hij@!).
  • Insistir en las peculiaridades de nuestro hij@ -mejor aún por escrito- si entendemos que la medida puede afectarle negativamente.
  • Empatizar con el niño; comprender y validar su emoción para, a partir de ahí, redirigir su atención hacia los aspectos positivos del cambio.
  • Realizar el seguimiento inicial: celebrar tutorías, mantener charlas con los niños, estar atentos a posibles signos de malestar (dolor de cabeza o barriga, nerviosismo o apatía, etc.).
  • Mantener charlas con nuestro hij@, siempre en positivo, evitando trasladarle sentimientos de angustia o pensamientos negativos.
  • Compensar el estrés de los primeros días con actividades motivadoras a la salida del colegio (un pequeño premio por haber superado la prueba).
  • Respetar el ritmo del niño. Sabemos que los profesores están muy pendientes durante las primeras semanas de adaptación, pero cada niño tiene su propio ritmo y necesitará más o menos tiempo.
  • Fomentar la socialización, acompañando al niño en el proceso. Podemos proponerle que invite a algún compañero a casa o quedar en el parque, por ejemplo. Le ayudaremos a reforzar fuera del colegio los vínculos que le cuesta hacer dentro. Es buena idea relacionarnos con otros padres para ofrecer al niño experiencias de interacción fuera del cole.
  • Mantener los vínculos con los amigos de otros años. Cambiar de clase no significa que tengamos que perder la amistad. Es buena idea hacer entender a los niños la importancia de los vínculos y de mantenerlos en el tiempo, en particular, con los amigos más especiales.
  • Si las dificultades son muy limitantes, buscar siempre ayuda externa, porque puede haber un malestar emocional o un trastorno de fondo que complique las cosas.

Icíar Casado (Psicóloga)

 

No se admiten comentarios.

Powered by Docxpresso
¿Qué quieres saber?
💬 ¿Necesitas ayuda?
Bla-Bla
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?
Ten en cuenta que la respuesta puede no ser inmediata si nos llamas a partir de las 20:30. Te responderemos lo antes posible :-)