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Para, piensa, actúa

Las dificultades experimentadas por los niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) trascienden con frecuencia el ámbito académico y de la autonomía personal, para afectar también a la esfera social. Sin embargo, estas dificultades no se deben a la carencia de habilidades sociales, como sucede con los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) o diagnósticos similares, sino a la falta de atención y de control inhibitorio característicos del TDAH.

Nos referimos a niños muy inquietos, a quienes cuesta controlar sus impulsos y demorar la recompensa; niños que actúan sin calcular las consecuencias. Esta dinámica impacta negativamente en la calidad de sus interacciones sociales. ¿El resultado? Terminan siendo apartados del grupo porque causan problemas.

Pero veamos la viñeta…

  1. Iván está entretenidísimo con sus amigos. Tiene una magnífica idea: ¿Y si dibujase una flor con el bote de pintura tal como hacía el protagonista de la peli de ayer? Sus amigos van a alucinar. Sin más, toma el bote y lo lanza contra la pared y… sus compañeros.
  2. ¡Cómo mola! Esa magnífica torre de dados puede ser una piscina de bolas genial. Iván toma carrerilla y salta sobre la muralla destrozando un trabajo minucioso.
  3. ¡Hora de la comida! Menudo bocadillo ha preparado mamá, con mucho ketchup, como a Iván le gusta. Así que abre la boca todo lo que puede, clava los dientes sobre el delicioso pan… y cubre de tomate a los presentes.
  4. ¡Ya está bien! -se quejan sus amigos-. Iván ha vuelto a meter la pata y se queda solo. Una vez más.

¿Qué vemos en la lámina?

A un niño alegre, deseoso de compartir el juego con otros y del que todos acaban cansándose porque no hace más que «fastidiarla» una y otra vez. Si sumamos al aislamiento de sus iguales el castigo con el que los adultos solemos tratar de corregir estos comportamiento -nos centramos en la conducta y no en su causa-, entramos en un círculo vicioso y el pensamiento de «haga lo que haga, siempre lo hago mal» se instala en el niño: la puerta rápida hacia la pérdida de autoestima.

Sin embargo, esos comportamientos molestos para otros no están motivados por la mala intención. Son resultado de una incapacidad para inhibir las emociones e impulsos. La conducta se anticipa a la reflexión y se pasan por alto las posibles consecuencias directas o indirectas.

Si el adulto entiende que tras estas conductas no hay mala intención, sino falta de control, podrá realizar un ejercicio de anticipación y corregirlas con mayor eficacia.

Paro, pienso y actúo

Sabemos que al niño excitado (por alegría, por ejemplo) le cuesta mucho más mantener el control. Aumenta entonces la probabilidad de consecuencias negativas. El primer paso, por tanto, consiste en enseñarle a identificar y reducir ese nivel de activación.

Esto es lo que trabajamos en terapia, pero como este post está destinados a padres y madres, quiero darte unas breves pautas para el hogar:

Ten en cuenta que un niño con TDAH no solo necesita apoyo en las tareas académicas o que exigen concentración -como es la creencia generalizada-. Es muy probable que también requiera ayuda en sus interacciones sociales. Presta atención a tu hijo en el parque para actuar si lo recomiendan las circunstancias. Invitar a amiguitos a casa es buena idea, porque nos permite estar al tanto del estado de excitación del niño en un entorno controlado, anticipar los comportamientos que deseamos corregir y aprovecharlos, si se producen, con fines pedagógicos.

Y recuerda:

  • Tu hijo no hace las cosas «para fastidiar».
  • No te centres en su conducta exclusivamente. Indaga lo que hay detrás.


A modo de resumen

Cuando en nuestra viñeta, Iván se tira sobre el muro de sus compañeros destruyéndolo, su conducta es inadecuada, pero no está en su ánimo perjudicar a los demás.

Sabemos que a Iván le encanta estar con sus amigos, pero la forma de expresarlo ha tenido consecuencias indeseables y ha provocado el enfado de estos. Este es nuestro trabajo: hacer consciente al niño de la emoción que ha sentido (es lo que llamamos «validar la emoción») y ayudarle a reconocer las consecuencias de su conducta. A continuación le aportaremos -con calma y sin castigos- la estrategia oportuna para hacerlo mejor la próxima vez.

 

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