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Los celos en la infancia

La llegada de un segundo hijo suele ser motivo de alegría e ilusión para toda la familia. Es una experiencia que ya han vivido madres y padres* con el primer hijo, de modo que la incertidumbre y el desconocimiento dejan paso a sentimientos de mayor seguridad. Sin embargo, se trata de una experiencia totalmente nueva para la/el peque de la casa que supondrá un gran cambio en su vida.Espalda

Para entender este cambio pongámonos en perspectiva: imaginemos que somos niños otra vez. Desde que nacemos pasamos casi todo el tiempo con nuestros padres; tenemos su cariño y atención exclusiva; los juguetes y chuches que nos compran son solo para nosotros; somos uno de sus temas preferidos cuando hablan con otras personas; solo tienen que estar pendientes de nosotros si nos ponemos enfermos o nos pasa algo; aprendemos muchas cosas y nos lo pasamos pipa con ellos… En definitiva son las personas más importantes de nuestra vida, a las que más queremos.

Cuando llega nuestro hermano o hermana, nuestros padres empiezan a pasar mucho tiempo con él/ella; no pueden prestarnos la misma atención de antes; empiezan a comprar cosas que no son para nosotros; ya no somos el elemento central de su conversación y los demás prestan toda la atención al bebé; cuando nos ocurre algo nos cuidan, pero también tienen que cuidar al bebé; ya somos mayores y debemos hacer muchas cosas solos, y mamá y/o papá nos riñen más…

Visto así es fácil comprender que, como niños, reaccionemos y empecemos a comportarnos de otra manera, para atraer la atención que recibíamos antes, y a expresar las emociones que experimentamos —como el enfado y la tristeza— más  intensamente para recuperar nuestro lugar en la familia. Es lo que los mayores llaman «celos».

Los celos son el sentimiento que experimentamos cuando vemos o creemos que la persona o personas que amamos siente amor o cariño por otra. La causa más habitual de celos en la infancia es la que hemos descrito antes: el nacimiento de un hermano o hermana.

Los celos hacia los hermanos son muy comunes —más de una tercera parte de los niños los experimentan— y suelen resolverse por sí solos con el tiempo. En realidad no es la llegada del bebé en sí misma lo que provoca los celos del hermano mayor, sino el cambio en el comportamiento de los padres: prestan más atención al bebé, exigen y riñen más al mayor…

Los celos se traducen en una respuesta compleja que se manifiesta en tres niveles:

  1. Emocional: dolor, rabia, tristeza, humillación, desesperanza…
  2. Cognitivo: pensamientos, preocupaciones e imágenes.
  3. Conductual: llamadas de atención mediante llanto, rabietas, agresividad; desobediencia u obediencia excesiva; regresión a comportamientos ya superados (hacerse pis encima, no querer dormir o comer solo, imitar el lenguaje empleado por el hermano pequeño); desafío, aislamiento social o pruebas de afecto exageradas. Aunque menos frecuentes, también pueden aparecer manifestaciones orgánicas: vómitos, anorexia, mareos, terrores nocturnos, insomnio…

Como vemos, la dimensión conductual es la más llamativa y la que genera más frustración y conflictos en la familia. También es la que lleva a muchos padres a buscar ayuda profesional.

Pero no todo son dificultades: la llegada de una hermanita o un hermanito también repercute positivamente en el desarrollo del mayor. Entre las numerosas ventajas, destacamos las siguientes:

  • Se enriquece el autoconcepto del hermano mayor, empleando nuevas dimensiones: soy mayor, como solo, voy al cole
  • Se incrementa su capacidad para comunicarse y hacerse entender.
  • Mejora su capacidad empática, de adopción de perspectivas y su comprensión social.
  • Se vuelve más autónomo y asume nuevas responsabilidades, entre las que se incluye el cuidado del hermano pequeño y servir como modelo.
  • El hermano pequeño se convierte en una nueva figura de apego.
Algunos consejos para prevenir la aparición de los celos o que estos se prolonguen en el tiempo
  • Mantener las rutinas previas en la medida de lo posible – Como indicábamos anteriormente, los celos surgen fundamentalmente debido a que los padres cambian su manera de comportarse con el primogénito. Si mantenemos las rutinas cuanto sea posible y le dedicamos un ratito del día en exclusiva será más improbable que surgen los celos.
  • Dar al niño la oportunidad de expresar su malestar – Dados los muchos cambios que acompañan a la llegada de un nuevo miembro a la familia, es frecuente que el primogénito experimente momentos de malestar. Escuchar con empatía sus preocupaciones y miedos, poniéndonos en su lugar, le hará sentirse apoyado y comprendido.
  • Transmitirle que le queremos, sin peros – Esta recomendación está muy relacionada con nuestro anterior consejo. El amor que sentimos por nuestro hijo es incondicional y así deberíamos expresárselo diariamente, haga lo que haga y en cualquier circunstancia.
  • Atender con interés sus éxitos, por pequeños que sean – Reforzar los éxitos de nuestros hijos es fundamental para favorecer comportamientos adecuados en cualquier caso, y cuando hablamos de prevención de celos más todavía. Teniendo en cuenta que seguramente prestemos más atención a los logros del más pequeño, reconocer los pequeños avances del hermano o hermana mayor le harán sentir que también estamos pendientes de él/ella.
  • Ofrecer situaciones que subrayen las ventajas de ser mayor – Por ejemplo, disfrutar de ciertos privilegios que el pequeño no tiene, como elegir su ropa, recibir una paga, jugar con sus amigos en el patio, enseñarle cosas al pequeño, compartir tareas con mamá, papá u otros familiares cercanos, etc.
  • Favorecer el contacto con niños de su edad – Mantener relaciones sanas con niños de su edad ayuda a que la/el mayor refuerce su autoestima y seguridad en sí misma/o, lo que facilita la adaptación a la nueva situación familiar.
  • Pedir la colaboración del niño en tareas de cuidado de su hermano – No deben plantearse como obligación sino como la oportunidad de pasar un rato divertido  –como un juego– por lo que no habrá consecuencias negativas si no accede. Si quiere participar en los cuidados del bebé, podemos darle alguna responsabilidad adecuada a su edad y halagarle por lo mayor que es y lo bien que lo hace.
  • Dedicar un rato al día exclusivamente al mayor – Incluyendo en la rutina diaria un momento exclusivo para el hermano mayor le ofrecemos esa atención que en ocasiones reclama y creamos un momento especial del día en que compartimos algo juntos, sin interrupciones de ningún tipo. Puede ser leer un cuento antes de ir a dormir, unos minutos de juego por la tarde, charlar durante la cena…
  • Decirle que sus celos desaparecerán – Al igual que los padres se sienten más tranquilos cuando tienen más información sobre los celos, también disminuirá el malestar del niño si normalizamos su situación y le aclaramos que son unos sentimientos pasajeros.
  • No exigirle demasiado – Como decíamos anteriormente, en ocasiones los padres cambian su actitud hacia el mayor, riñéndole más y aumentando el nivel de exigencia precisamente por eso, porque es mayor. De la misma forma que es aconsejable mantener las rutinas, también lo es no modificar el nivel de exigencia.
  • No regañarle ni enfadarse con él frecuentemente – Esto está muy relacionado con el apartado anterior. En ningún caso es aconsejable recurrir a riñas y enfados frecuentes para controlar el comportamiento de los pequeños y menos todavía cuando acaba de llegar un nuevo hermano. Es mucho  mejor emplear el reforzamiento y técnicas menos aversivas como el  «tiempo fuera» o la «extinción».
  • Tener variedad de temas de conversación – Es fácil que el bebé acapare los temas de conversación de la familia. Evitemos que esto ocurra hablando también de manera positiva con los demás sobre el primogénito. Los temas de conversación compartidos debe ser igual de variados que antes de la llegada del bebé, con la diferencia de que ahora el bebé es un tema más del que hablar.
  • No hacer comparaciones entre hermanos ni manifestar preferencia – Hacer comparaciones entre hermanos no es una buena estrategia en ningún caso: lo único que conseguimos es aumentar la rivalidad entre ellos. Lo mismo ocurre cuando expresamos preferencia por uno u otro hermano, en particular, si está relacionada con el afecto. Lo más adecuado es comparar a cada niño consigo mismo, destacando sus logros y características individuales. Cada uno de nuestros hijos tiene sus virtudes y defectos y los queremos a todos por igual, sean como sean.
  • No intervenir prematuramente en las peleas – Es mejor no intervenir enseguida ante la primera señal de pelea o conflicto entre hermanos. De este modo les damos la oportunidad de aprender a solucionar el problema por sí mismos y evitamos darle más importancia de la que realmente tiene. Solo mediaremos cuando sea necesario.
  • Ser flexibles con las regresiones – Cuando hablábamos de las respuestas conductuales motivadas por los celos mencionábamos las regresiones. Es bastante común que el hermano mayor manifieste comportamientos que ya había superado (p.ej., hacerse pipí encima) o que son típicos de niños más pequeños (p.ej., hablar como un bebé). Ocurren como ajuste a las nuevas circunstancias o como modo de atraer la atención de los adultos. Estos comportamientos no deben castigarse. Hemos de dar tiempo al mayor para adaptarse a la nueva configuración familiar. Si estos comportamientos persistieran en el tiempo es posible que estén siendo reforzados inconscientemente por los adultos.
  • No elogiarle efusivamente cuando se muestre cariñoso con su hermano – Buscamos que el hermano mayor se muestre atento y cariñoso con el pequeño de manera espontánea y no por el simple hecho de agradar a sus padres. Lo natural es enseñarle cómo tratar al pequeño y decirle «muy bien» con una sonrisa cada vez que le preste atención. Al final, el tiempo que pase con su hermana o hermano pequeño se verá recompensado por sí mismo.

Alejandra Ranz (Psicóloga)

 

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