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La disfonía profesional

Logopedas y psicólogos especializados en problemas del lenguaje nos encontramos frecuentemente con profesionales que acuden a nuestra consulta angustiados porque su herramienta de trabajo -la voz- sufre alteraciones (ronquera, debilidad, pérdida parcial) que, en los casos más extremos, pueden llegar a impedirles el desempeño de su profesión y es motivo de múltiples incapacidades laborales transitorias.

El caso paradigmático lo encontramos, sin duda, en el colectivo docente. Es tal la frecuencia de disfonías entre los profesores que esta alteración recibe la consideración de enfermedad profesional en la actual Ley de Riesgos del Trabajo.

La lista de factores que pueden desencadenar esta patología es muy amplia y abarca desde los puramente  ambientales (ruido ambiente, sistemas de aire acondicionado, falta de humedad, entornos polvorientos o mal ventilados), a los procesos crónicos (laringitis, faringitis, alergias), los traumatismos vocales (exceso de carraspeo, tos), los hábitos (tabaquismo, alcoholismo, consumo de fármacos), las alteraciones orgánicas (nódulos, pólipos, hiperqueratosis), los factores psicológicos (estrés laboral, tensión emocional) o los factores funcionales (mal uso o abuso de la voz).

megáfono

El profesor que se ve obligado a hablar durante horas, día tras día, con una intensidad elevada, para hacerse oír por los alumnos, adoptando posturas corporales inadecuadas (que dificultan el movimiento de los músculos respiratorios y del aparato fonador) y, con frecuencia, en un entorno expuesto al polvo de tiza, realiza un sobreesfuerzo vocal continuado que hará que, lo que en principio comienza siendo una disfonía funcional, termine degenerando en una disfonía orgánica.

Más allá de medidas preventivas tales como controlar el nivel de polvo, la humedad, la ventilación y la renovación del aire, evitar la exposición a contaminantes, reducir el ruido ambiente y la sobrecarga de trabajo, evitar el cansancio vocal dejando reposar la voz periódicamente, mantener unos hábitos saludables o evitar situaciones de estrés, es fundamental que el docente se familiarice con los mecanismos de fonación y adquiera las técnicas adecuadas para sacar el máximo partido de su voz, economizando esfuerzos, es decir, empleando un tono y una intensidad vocal adecuados, aprendiendo técnicas de proyección, respiración y relajación así como un adecuado control postural que le permita evitar la fatiga vocal.


 

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