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Ir al psicólogo: ¿en qué consiste?

Quizá en alguna ocasión te has preguntado si deberías ir a un psicólogo. O quizá no lo hayas considerado porque no crees que te pueda ayudar o entiendes que el tiempo es el mejor remedio. Si este es tu caso, o simplemente tienes dudas, a continuación te aclaro algunos de los aspectos más habituales de lo que implica ir al psicólogo, con el fin de que puedas tomar una decisión informada.

Utilizo la expresión «tomar una decisión» porque el ir al psicólogo no es una cuestión de «deber», sino de «elegir». Existen multitud de motivos (tantos como individuos en el mundo) que pueden llevar a cualquier persona a consultar a un profesional de la psicología. A continuación enumero algunos motivos de carácter general:

    • Tienes dificultades para afrontar cierta/s situación/es y ello te genera malestar.
    • Has sufrido la pérdida de alguien o algo muy importante para ti y ello te causa un elevado nivel de sufrimiento.
    • Tienes muchas dudas, sensación de inseguridad y/o indecisión.
    • Algunas cosas que haces te hacen daño o afectan a personas significativas para ti.
    • Tienes pensamientos que no te puedes quitar de la cabeza y te hacen sentir mal.
    • Te encuentras en un contexto o en una situación que te desagrada y no sabes cómo salir de ella para sentirte mejor.
    • Una persona cercana a ti u otro profesional te ha aconsejado que acudas a un psicólogo.
    • Tienes experiencias que te cuesta explicar con palabras, te sientes diferente a los demás y ello te genera malestar.
    • Te sientes avergonzado por algunas cosas que haces.
    • El tratamiento o proceso que estás siguiendo en la actualidad no te ayuda a alcanzar unos resultados satisfactorios para ti.

Los motivos anteriores, y muchos otros que no se recogen en este listado, tienen algo común: la sensación de malestar o sufrimiento. Partimos de la base de que cualquier persona sana sufre y siente malestar a lo largo de su vida, pero «salud y felicidad» y «malestar y sufrimiento» no son dos conceptos excluyentes: al contrario, podemos considerarlos como las dos caras de la moneda de la vida.

Sin embargo, en ocasiones, ese malestar puede resultar insoportable, desagradable, inconcebible, inaceptable, etc. Muchas personas optan entonces por acudir a un psicólogo o psicóloga que les ayude a sentirse mejor.

¿Cómo sé a qué profesional de la psicología acudir?

En psicología existen diferentes corrientes para abordar las mismas problemáticas. La diferencia entre ellas radica en la metodología que emplean, su filosofía de base y su nivel de evidencia científica, entre otros aspectos.

Entre las corrientes principales, cabe destacar:

  • Psicoanálisis y terapias psicodinámicas – Basan su trabajo fundamentalmente en los pensamientos y percepciones inconscientes que la persona ha desarrollado a lo largo de su infancia, y en cómo éstos afectan a sus pensamientos y comportamientos presentes.
  • Terapias cognitivo-conductuales – Intervienen en los pensamientos, emociones, comportamientos y las relaciones entre ellos. Afirman que es posible cambiarlos o recondicionarlos para superar diferentes dificultades.
  • Terapias humanistas – Se centran en el desarrollo personal, el crecimiento y la responsabilidad del individuo sobre sí mismo. Buscan ayudar a las personas a reconocer sus fortalezas, desarrollar su creatividad y focalizar su atención en el momento presente (el aquí y ahora). De ellas, las más extendidas son la Terapia Gestalt y la Terapia Existencial.
  • Terapias sistémicas – Trabajan principalmente con familias o grupos de personas que se encuentran en relaciones estrechas, a los que denominan sistemas. Promueven el cambio en las dinámicas de interacción de cada uno de los miembros dentro del sistema.
  • Terapias de tercera generación – Llamadas así por ir un paso más allá que las terapias cognitivo-conductuales al enfatizar estrategias de cambio más contextuales y experienciales, no solo las pragmáticas y didácticas propias de las terapias cognitivo-conductuales. Las más conocidas son el Mindfulness y la ACT.
  • Otras modalidades de terapia – Terapia asistida con animales, Terapia de desensibilización y reprocesamiento por los movimientos oculares (EMDR), Arteterapia, Terapia grupal, Terapia de juego…

Entre los criterios que llevan a una persona a elegir un profesional u otro suelen primar la cercanía al domicilio o trabajo, las referencias de conocidos y sus honorarios y especialización, aparte de motivos personales. La mayoría de psicólogos se identifican con alguna de las corrientes arriba descritas e integran recursos de diferentes terapias para abordar cada caso con la mayor efectividad posible.

¿En qué consiste una terapia psicológica?

Por lo general, cualquier proceso psicológico incluye dos fases fundamentales: evaluación e intervención.

Durante la evaluación se recoge la información necesaria para entender el motivo por el que la persona solicita apoyo psicológico y los factores que pueden estar influyendo en su problemática. La técnica fundamental que alcanzar este objetivo es la entrevista, que se puede complementar, si se considera oportuno, con otras pruebas como cuestionarios, registros, escalas, etc. Una vez recogida la información necesaria, se formula la hipótesis de origen y la hipótesis de mantenimiento del problema. Para ello, la psicóloga o el psicólogo se suele valer del análisis funcional, que es una especie de diagrama que relaciona todos los factores o variables que influyen en la problemática actual de la persona. En este punto, el profesional hará una devolución a la persona de toda la información recogida sobre su caso y las hipótesis y relaciones entre variables que ha considerado.

Al principio de la fase de intervención, el psicólogo o psicóloga establece con el paciente los objetivos a trabajar y elabora un plan de intervención. Este plan consistirá en estrategias que ayudarán a esa persona a afrontar y reinterpretar su dificultad a la vez que recibe apoyo y seguridad. Durante el proceso se revisan los objetivos y el plan de intervención para adaptarlo a las necesidades que van surgiendo. Una vez alcanzados los objetivos de la terapia, se establecen algunas sesiones de seguimiento cuya función es reforzar y mantener los logros conseguidos y afrontar las posibles dificultades surgidas.

Estas dos fases no suelen ser consecutivas sino que se superponen. Durante la evaluación, el profesional plantea las primeras pautas y aborda con el paciente las dificultades más sobresalientes. Durante la intervención se continúa recogiendo la información recopilada a lo largo del proceso, que sirve para reformular las hipótesis y el plan de trabajo. De este modo, a la vez que se evalúa, se interviene, y viceversa.

¿Cuánto suele durar un proceso de atención psicológica?

La duración del proceso depende de diferentes factores, como la complejidad del caso, los objetivos establecidos y la implicación de la persona en su propia evolución. Por regla general, la duración media de una terapia psicológica suele oscilar entre 3 y 6 meses, pudiendo ser más corta o más larga. Lo que busca cualquier psicóloga o psicólogo es que puedas funcionar de manera autónoma en tu entorno con los recursos que ambos aportáis, por lo que la duración del proceso dependerá en gran medida de lo que tú hagas para conseguirlo.

Alejandra Ranz (Psicóloga)

 

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