Inicio   Psicología   Introspección: una rutina valiosa

Introspección: una rutina valiosa

Es muy probable que ante la sugerencia de dedicar unos momentos del día a la introspección, lo primero que te venga a la mente sea «no tengo tiempo para esas cosas». Míralo de otra forma: como la única herramienta eficaz de autocuidado. Cualquier otra recomendación propuesta por otros -clases de yoga, taichí, natación, dietas o fitboxing- que no tenga en cuenta tus necesidades reales (esas que nadie más que tú conoce, aunque a veces no seas plenamente consciente de ellas) solo servirá para crearte la falsa impresión de que haces algo por autocuidarte y, en última instancia, se transformará probablemente en un motivo más de tensión.

Pero empecemos por saber qué es la introspección exactamente.

¿Qué entendemos por introspección?

Un ejercicio de reflexión en el que analizamos los comportamientos propios – también los ajenos- y las emociones que hemos experimentado a lo largo del día. Como ves, en principio no parece tan complicado.

¿Cómo lo hago?

  1. Empieza por chequear cómo te sientes tratando de expresar esas sensaciones con un vocabulario emocional. No vale el habitual «me siento bien» o «me siento mal» que tan poca información nos aporta. Hagamos uso de todo nuestro léxico emocional para definir con mayor exactitud esa emoción (Estoy alegre o triste o enfadada o frustrada).
  2. Repasa el día prestando atención a las situaciones con emociones salientes (He discutido con mi jefe o con mi pareja o con mis hijos o, por el contrario, me lo he pasado muy bien en determinada situación…).
  3. Analiza cada situación concreta (por ejemplo, me enfado cuando hago las tareas con mi hijo).
  4. Busca posibles desencadenantes (¿Qué creo que me ha podido llevar a sentirme así?). En este apartado, te propongo dos fases, porque en un primer momento -como expertos evitadores que somos- aparecerán los pensamientos automáticos de escape y evitación. Volviendo al ejemplo anterior de las tareas con tu hijo, el pensamiento inicial será el de que el niño es un vago o remolonea para molestarte. Estos pensamientos nos alejan del hecho objetivo y no nos ayudan a generan cambios, así que hemos de deshacernos de ellos. Una vez eliminados, estaremos en posición de iniciar el análisis profundo de los desencadenantes.

    Retomando el ejemplo anterior, es posible que en ese ejercicio de reflexión recuerdes que también a ti te costaba hacer las tareas del colegio y que estás repitiendo el mismo patrón que tu padre o tu madre, cuando se enfadaban contigo, y tan mal te hacía sentir; o que tu malestar se debe a que no tienes un minuto para ti y todo son obligaciones (entre ellas, hacer los deberes) o, quizás, que las responsabilidades no están bien repartidas con tu pareja. Ahora sí que estás haciendo un verdadero análisis del escenario y de los desencadenantes y, por tanto, generando la oportunidad de cambiar cosas que repercuten en tu bienestar: esta es la base del autocuidado.

  5. Una vez que has identificado la causa del malestar, tienes que ser capaz de validar esa emoción, porque es una señal que tu cuerpo te envía, sin que medie razonamiento. A partir de ahí, toca actuar en consecuencia y buscar alternativas. En función de las causas identificadas, tal vez necesites trabajar en tu pasado y mejorar tu autoestima, o quizás tengas que poner límites en tu trabajo y no prolongar la jornada laboral más allá de lo estipulado, porque como madre te hace bien ayudar a tu hijo, o hablar con tu pareja para repartir las responsabilidades de otra forma. Ahora es cuando empezamos a hablar de autocuidado real.

Cuando padres y madres tomamos una decisión personal que procede de nosotros mismos sin dejarnos llevar por las sugerencias de otros, por bien intencionadas que sean, sentimos sensación de bienestar porque asumimos el control: las cosas que ocurren a lo largo del día comienzan a tener sentido; conocemos el porqué. Y esto nos previene de futuros problemas (saber lo que pasa me evita volver a caer en lo mismo). Favorece, además, el cuidado de nuestros hijos y, como seres sociales que somos, si nuestros hijos están bien, también lo estamos nosotros.

Visto lo anterior, ¿sigues pensando que no tienes tiempo para la introspección diaria?

Icíar Casado (Psicóloga)


 

No se admiten comentarios.

Powered by Docxpresso
¿Qué quieres saber?
💬 ¿Necesitas ayuda?
Bla-Bla
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?
Ten en cuenta que la respuesta puede no ser inmediata si nos llamas a partir de las 20:30. Te responderemos lo antes posible :-)