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Intolerancias alimentarias en niños

La intolerancia alimentaria es la incapacidad del cuerpo para absorber y eliminar determinados componentes de un alimento. Está causada por la falta de encimas que favorecen esa absorción. Su origen es metabólico y, aunque pueda presentar síntomas similares, no es lo mismo que la alergia, en la que interviene el sistema inmunitario. Hay otra importante diferencia entre ambas patologías: la intolerancia puede provocar síntomas molestos, pero no letales. Tampoco debemos confundirla con una intoxicación alimentaria: esta es puntual y está causada por un germen nocivo presente en un alimento (como la bacteria salmonella causante de la salmonelosis, por ejemplo).

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Las intolerancias alimentarias son habituales en el niño pequeño (incluso recién nacido), porque su sistema digestivo aún es inmaduro y no absorbe correctamente algunos de los alimentos que introducimos por primera vez en su dieta. La buena noticia es que un buen número de las intolerancias diagnosticadas a corta edad terminan resolviéndose. Es importante, sin embargo, diagnosticarlas cuanto antes, para modificar la dieta del niño y evitar problemas de desarrollo. Madres y padres hemos de estar atentos a los posibles síntomas, intestinales y de otra naturaleza, y ponerlos en conocimiento del pediatra.

Síntomas de la intolerancia alimentaria

No todos los niños reaccionan igual ni en la misma medida: hay quien presenta síntomas al ingerir una dosis mínima del alimento y quien tolera una ingesta mayor. En cualquier caso, las manifestaciones características son:

  • Diarrea.
  • Hinchazón abdominal, sensación de plenitud.
  • Dolor de estómago, de cabeza o de piernas.
  • Gases.
  • Alteraciones cutáneas (sequedad y picor, mancha, eccemas…).

Un retraso en el crecimiento de nuestro hijo (peso o altura) podría ser indicativo de intolerancia. Es muy probable que, de ser así, el pediatra solicite información adicional a los padres durante las revisiones periódicas, en las que se valora el estado general del niño y se detectan posibles problemas de desarrollo. No dudes en preguntar y comunicar a tu médico todo aquello que te parezca relevante. Las preocupaciones de los padres sobre el desarrollo de sus hijos tienen a menudo una causa objetiva. Si en la familia hay antecedentes de intolerancia alimentaria, no olvides comunicarlo, ya que la intolerancia tiene un fuerte componente hereditario.

¿Cómo se diagnostica la intolerancia alimentaria?

Ante la sospecha de que el niño pueda ser intolerante a algún alimento, el pediatra lo derivará al médico especialista, quien realizará las pruebas necesarias para descartar o confirmar ese diagnóstico. En este último caso, también identificará el tipo de intolerancia.

Se emplean dos tipos de pruebas diagnósticas:

  • Exámenes genéticos. Análisis de sangre que determina la existencia de un déficit enzimático. Si el resultado es positivo, se someterá a padres y hermanos a la misma prueba.
  • Eliminación del posible alimento causante. Si en unas semanas los síntomas mejoran y vuelven a empeorar al reintroducir el alimento, se confirmará la intolerancia.
¿Qué tipos de intolerancia alimentaria existen?

Se puede ser intolerante a muchos alimentos, pero los componentes que producen el mayor número de intolerancias son la lactosa y el gluten.

  • Intolerancia a la lactosa. La lactosa es el azúcar presente en la leche de forma natural y está compuesta por una molécula de glucosa y otra de galactosa. Para poder digerirlas, es necesario separarlas primero mediante una enzima denominada lactasa. El azúcar no absorbido alcanza el colón donde es fermentado por la flora intestinal. Esta fermentación es la causante de los gases, la hinchazón abdominal y las diarreas.
  • Sensibilidad al gluten no celíaca (SGNC) y celiaquismo. El gluten es una proteína presente en muchos alimentos de consumo diario como el trigo, la avena, la cebada o el centeno. Produce alteraciones en la mucosa del intestino delgado de la persona sensibilizada y esto genera síntomas más molestos que los de otros tipos de intolerancias. La celiaquía tiene base genética y, por desgracia, es un tipo de intolerancia permanente.
¿Cómo se trata una intolerancia alimentaria?

Debemos reducir los alimentos que contienen el componente que causa la intolerancia en cantidad suficiente para que desaparezcan los síntomas. Si no es imprescindible, es preferible no excluirlos por completo de la dieta del niño, aunque siempre hemos de guiarnos por el criterio del especialista que valora el tipo de intolerancia y grado afectación de nuestro hijo. Si es celíaco, por ejemplo, se restringirá el gluten por completo —afortunadamente, la oferta de alimentos sin gluten de los supermercados es cada vez mayor—. Sin embargo, si es intolerante a la lactosa, habrá que adaptar la dieta: es posible que no tolere los alimentos con leche sin fermentar (la propia leche, natillas, batidos…), pero sí los lácteos fermentados (queso, yogures, etc.), porque el contenido de lactosa es menor y además contienen bacterias que ayudan a absorberla. En el caso de que la intolerancia sea tan severa que haya que eliminar la leche por completo, es importante que incluyamos en la alimentación de nuestro hijo otros alimentos que contengan calcio y consultar con el nutricionista para tener la seguridad de que proporcionamos a nuestro hijo una dieta completa y adecuada.

 

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