Depende del grado de madurez de la niña y de su nivel de conciencia sobre esos errores. En etapas tempranas del desarrollo, no siempre es recomendable hacer una corrección directa, ya que puede generar inseguridad o rechazo a la comunicación. En lugar de eso, lo más adecuado es ofrecer modelos lingüísticos correctos en contextos naturales y significativos.
Por ejemplo, si la niña dice «totodilo», es preferible que el adulto responda con una frase como: «¡Oh, qué cocodrilo más grande, mira cuántos dientes tiene!». Así, sin necesidad de señalar el error directamente, le mostramos la forma correcta y, además, enriquecemos el contexto comunicativo.
Este enfoque tiene múltiples ventajas: no interrumpe la fluidez del discurso infantil, evita la frustración, y promueve un aprendizaje natural a través de la imitación y la exposición repetida al lenguaje adulto.
A medida que el niño o niña va creciendo y adquiriendo más conciencia lingüística, se puede ir introduciendo una corrección más explícita y puntual, pero siempre evitando juicios o burlas.