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Claves de la ansiedad por separación en niños

A lo largo de nuestra infancia desarrollamos un vínculo con aquellas personas que nos cuidan y nos quieren. Es lo que conocemos como «apego». El apego nos aporta la base segura desde la que explorar el mundo que nos rodea y afrontar los retos que ese mundo nos plantea. Así, cuando éramos niños, sabíamos que si nos caíamos en el parque podíamos acudir corriendo a mamá, a papá o al abuelo para que nos confortara.

La separación física de las figuras de apego suele ser difícil en determinas circunstancias, especialmente cuando el niño tiene menos de 2 años o se producen cambios en su rutina, como sucede cuando el pequeño queda al cuidado de una canguro, durante los primeros días de cole o guardería o si duerme en casa de un familiar o amigo.

Con el desarrollo del lenguaje, el niño empieza a comprender los motivos por los que se produce la separación, así como que ésta es temporal. También es capaz de expresar su malestar y negociar. Por regla general, termina habituándose a la situación y la cosa no va más allá de la resistencia y malestar que muestra durante los momentos anteriores y posteriores a la separación.

Sin embargo, a algunos niños les resulta más complicado permanecer separados de sus figuras de apego, lo que afecta a la vida familiar —en ocasiones, mucho— además de dificultar el desarrollo de la autonomía del pequeño. Estos casos pueden englobarse dentro de lo que conocemos como trastorno de ansiedad por separación (TAS).

El TAS no debe confundirse con la ansiedad por separación que se manifiesta de forma natural durante el desarrollo del niño, y su diagnóstico debe ser realizado siempre por un profesional cualificado: un psiquiatra o un psicólogo clínico. La Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association) establece los siguientes criterios diagnóstico para el trastorno de ansiedad por separación:

Criterios diagnóstico para el trastorno de ansiedad por separación

Criterio A. Ansiedad excesiva e inapropiada para el nivel de desarrollo del sujeto ante la separación del hogar o de las personas con quienes está vinculado, puesta de manifiesto por tres (o más) de las siguientes circunstancias:

  1. Malestar excesivo recurrente cuando se produce o se anticipa una separación del hogar o de las principales figuras de vinculación.
  2. Preocupación excesiva y persistente por la posible pérdida de las principales figuras de vinculación o porque éstas sufran daño.
  3. Preocupación excesiva y persistente por la posibilidad de que un acontecimiento adverso (por ejemplo, perderse o un secuestro) provoque la separación de una figura vinculada importante.
  4. Resistencia o rechazo persistente a ir a la escuela o a otro sitio por miedo a la separación.
  5. Resistencia o miedo persistente o excesivo a estar solo en casa o en otros lugares sin las principales figuras vinculadas o sin adultos significativos.
  6. Negativa o resistencia persistente a ir a dormir sin tener cerca una figura vinculada importante o a hacerlo fuera de casa.
  7. Pesadillas repetidas con temática de separación.
  8. Quejas repetidas de malestar físico (cefaleas, dolores abdominales, náuseas o vómitos) cuando se produce o se anticipa la separación de figuras importantes de vinculación.

Criterio B. La duración del trastorno es de, como mínimo, cuatro semanas.

Criterio C. El inicio se produce antes de los 18 años de edad.

Criterio D. La alteración provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, académico (laboral) o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

Criterio E. La alteración no ocurre exclusivamente en el transcurso de un trastorno generalizado del desarrollo, esquizofrenia u otro trastorno pos-psicótico, y en adolescentes y adultos no se explica mejor por la presencia de un trastorno de angustia con agorafobia.

El tratamiento establecido como eficaz para el abordaje del TAS es el cognitivo-conductual. La terapia cognitivo-conductual tiene por objeto modificar cómo nos sentimos ante ciertos estímulos y situaciones, interviniendo sobre cómo pensamos acerca de ellos y cómo nos comportamos en su presencia. Para garantizar el éxito de la terapia cognitivo-conductual infantil, es fundamental adaptarla a las necesidades de cada niño (edad o nivel de desarrollo, intereses, historia, intentos de solución previos…).

Entre las técnicas de tratamiento del TAS cabe destacar las siguientes:

  • Técnicas de exposición – Son una de las principales herramientas de abordaje del TAS. Consisten en enfrentar poco a poco al pequeño a las situaciones que le causan ansiedad o miedo para que se habitúe a ellas. Para que la exposición no resulte excesivamente aversiva y asegurarnos la motivación y la disposición del niño a enfrentarse a situaciones a las que teme, elaboramos con su ayuda una jerarquía de situaciones ansiógenas (desde la que le genera menos ansiedad a la que más) exponiéndose a cada ítem, primero en imaginación y después en la realidad.

    Esta técnica se combina con otras como el modelado, la relajación, la respiración abdominal y las autoinstrucciones de competencia que describimos brevemente a continuación. En cualquier caso, es imprescindible que la exposición se acompañe del reforzamiento positivo de los logros obtenidos.

  • Modelado – También conocido como imitación o aprendizaje observacional. Requiere utilizar una persona o personaje ficticio que sirva al niño de modelo de comportamiento y le enseñe los pasos a seguir para afrontar situaciones que le resultan difíciles. Lo ideal es que el modelo se parezca al niño y/o le resulte atractivo y que afronte las distintas situaciones mostrando gradualmente las habilidades requeridas (modelado de afrontamiento) y no como un experto (modelado mastery).

  • Relajación – Se entrena en relajación a los niños como «respuesta incompatible con el estado de ansiedad» con el fin de reducir su estado de activación. La técnica de relajación de Koeppen es la más indicada para los pequeños pues enseña la diferencia entre tensión y relajación muscular de una manera divertida.

  • Respiración abdominal – Otra práctica que induce un estado incompatible con la ansiedad. La respiración abdominal (también llamada «diafragmática») activa el sistema nervioso parasimpático por medio del movimiento del diafragma, un músculo situado debajo de los pulmones. El sistema nervioso parasimpático se encarga de reducir la activación del organismo, al disminuir la frecuencia respiratoria y el ritmo cardíaco, generando un estado de relajación.

  • Autoinstrucciones de competencia – Las autoinstrucciones son verbalizaciones o pensamientos que elaboramos como alternativa a los pensamientos negativos que nos provocan ansiedad. Nos sirven, además, para guiar nuestro comportamiento. Comenzamos identificando los pensamientos negativos del niño, elaboramos una lista de pensamientos alternativos y se le entrena en el uso de los mismos ante los ítems de la jerarquía de situaciones que hemos preparado conjuntamente.

Alejandra Ranz, Psicóloga

 

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