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Autorregulación o la necesidad imperiosa de moverse

Siempre he creído que este tipo de artilugios deberían ser obligatorios en las escuelas: imprescindibles en el caso de niños con TDAH o TEA, que necesitan respuesta motora para activar su sistema atencional; recomendables en el de los niños que pasan mucho tiempo sentados y cuya capacidad de atención irá decayendo, por consiguiente, a lo largo de la jornada. En ambos casos se favorece la capacidad de aprendizaje.

Dos elementos despiertan el nivel atencional: el movimiento y el cambio de temperatura. Cualquier adulto que haya conducido durante horas por una monótona autopista, lo sabe intuitivamente. Para disipar la sensación de somnolencia pone la radio, charla, baja la ventanilla, bebe un trago de agua o estira las piernas en una zona de descanso.

Me gustaría diferenciar aquí dos perfiles:

1️⃣ Niños inquietos (pongamos, por ejemplo, con diagnóstico de TDAH subtipo combinado) que se aburren y buscan estímulos, ya sea molestando al compañero de al lado, hablando a destiempo o tirando papelitos a la clase. En este caso observamos una conducta «orientada a algo», consecuencia, por lo general, de la falta de motivación respecto a lo que ocurre en el aula.

2️⃣ Niños que experimentan inquietud motora sin una intención. Esta inquietud es evidente, por ejemplo, cuando intentan escribir o responder a las demandas de los profesores. Utilizan el movimiento como forma de autorregulación.

El TDAH es un trastorno complejo, no solo por las consecuencias derivadas del déficit atencional y ejecutivo, sino por todo lo que se suma con el tiempo. Ante la reacción del ambiente -el castigo, la crítica o la culpabilización- el niño termina desarrollando problemas de conducta y trastornos emocionales.

El dispositivo que encabeza esta entrada es relativamente sofisticado, pero podemos obtener el mismo efecto instalando simplemente unas tiras anchas de goma en las patas delanteras de la mesa y de la silla. Cualquier de ellos son tremendamente efectivos. Esto es entender el TDAH. Es entender que los niños no son todos iguales y que algunos necesitan descarga motora controlada. No se trata de impedir el movimiento, sino de ofrecer una vía para canalizarlo.

Quienes trabajamos en el ámbito del TDAH sabemos que si impides esa vía motora, reduces la capacidad atencional. Tal vez creas que el niño está prestando atención. Nada más lejos de la realidad: está dedicando todos sus recursos a inhibir sus movimientos por temor a la recriminación.

Las ventajas son obvias en los niños hiperactivos y, aunque menos visibles en los de tipo inatento, todos se benefician de estos dispositivos. Cierto, el niño o la niña inatentos no molestan en el aula, pero tampoco aprovechan las clases, donde es probable que dejen correr el tiempo aletargados.

Estos sistemas, utilizados con el oportuno entrenamiento terapéutico (que comienza por la identificación de los primeros síntomas de aletargamiento), son muy eficaces, sea cual sea el subtipo diagnosticado.

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