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Abordaje de los problemas de conducta en niños

Problemas de conducta en niños

¿Qué son los problemas de conducta?

Hablar de problemas de conducta es algo así como referirnos a un «cajón de sastre» en el que metemos todos los comportamientos que, por regla general, guardan relación con dos aspectos:

  • La aceptación de normas y límites
  • El respeto hacia los derechos del otro

Las respuestas agresivas, la irritabilidad, la impulsividad, la dificultad para tolerar la frustración o las rabietas son comportamientos que preocupan a padres y madres. Suelen ser, sin embargo, transitorios y forman parte del desarrollo natural del niño. Si estos comportamientos no desaparecen, aumentan en intensidad y frecuencia o se generalizan a otros contextos, hablamos de problemas. Y si son severos y perduran en el tiempo, posiblemente de un trastorno.

Importante: tratar de entender la conducta de un niño no significa justificarla, sino descubrir qué intenta comunicar con ella.

¿Cómo intervenir cuando aparecen problemas de conducta?

Cuando las familias llegan a consulta preocupadas por una situación insostenible con sus hijos es necesario intervenir. ¿Pero cómo?

Lo habitual es encontrarnos con padres y madres que acuden con una elevada carga de malestar tras haber probado sin éxito múltiples estrategias –quizás porque no las han aplicado de forma consistente, no han persistido en el tiempo o no eran buenas estrategias–, y con la desagradable sensación de haber perdido el control.

1º: analizar la situación

Simplemente ha llegado el momento de detenerse, analizar la situación con objetividad e identificar pautas educativas más funcionales y adaptadas a las necesidades concretas de sus hijos.

2º: Conocer las características del niño

El paso siguiente es analizar las características del niño o la niña con la que conviven, así como las rutinas familiares y las dinámicas entre padres e hijos. Esto nos permitirá establecer si conviene mantenerlas o, por el contrario, introducir cambios.

3º: Diseñar el plan de intervención

A partir de la información recopilada, analizamos las primeras conductas sobre las que queremos intervenir, teniendo siempre en cuenta el temperamento y características del niño, pero también de los padres, porque ellos serán nuestra «mano de obra» en casa. De nada vale proponer estupendas estrategias si los padres no pueden cumplirlas debido a sus propias características.

4º: Distribuir las tareas

A la vista de lo anterior, se asignan a los padres diversas tareas que habrán de realizar a lo largo de la semana bajo la supervisión del terapeuta. El objetivo de estas tareas es generar situaciones de éxito que repercutirán en la conducta del niño y, a su vez, modificarán las dinámicas familiares.

La presencia del psicólogo como acompañante en este proceso irá reduciéndose paulatinamente para dar mayor autonomía a los padres –espaciando, por ejemplo, los periodos de seguimiento–. Porque nuestro propósito es que padres e hijos vuelen solos. Solo entonces consideraremos cumplido nuestro cometido.

 

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