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Del colegio al instituto: consejos básicos

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El paso del colegio al instituto supone un cambio importante en la vida de nuestros hijos. Comienzan una nueva etapa educativa y eso de por sí les genera miedo a lo desconocido y el deseo de permanecer como hasta ahora. Somos animales de costumbres y todo lo que suponga una alteración de nuestra rutina y abandonar nuestra zona de confort puede desencadenar cierta dosis de ansiedad y estrés. Si a eso le sumamos que el inicio del instituto suele coincidir con la entrada en la adolescencia, una etapa de la vida llena de cambios hormonales y psicológicos, el cóctel de inseguridad y nerviosismo está servido.

Nosotros, madres y padres, debemos ser conscientes de la importancia de este proceso de adaptación y acompañarles, al igual que hemos hecho hasta ahora. Para ello, es importante que conozcamos los cambios que experimentarán nuestros hijos.

Como consecuencia del nuevo ciclo educativo:

  • El centro escolar es nuevo y por tanto desconocido. El trayecto también es distinto y tal vez el niño comience a ir solo o a utilizar otro medio de transporte (no olvidemos que la reducción de jornada por cuidado de los hijos se restringe a los doce años, por lo que en muchas familias, este es también un momento de reestructuración organizativa).
  • El número de alumnos por clase es mayor, y no conocen a la mayoría de sus compañeros.
  • Son los pequeños del centro, mientras que el curso anterior eran los mayores. Esto, unido al punto anterior, puede hacerles sentirse desubicados o desprotegidos.
  • Tienen varios profesores, casi tantos como asignaturas, en lugar de un tutor con el que pasan la mayor parte del horario lectivo y que conoce perfectamente sus necesidades.
  • Estudian más asignaturas y más especializadas. Además, deberán elegir alguna optativa.
  • El modelo de enseñanza es diferente: ahora deben tomar apuntes, utilizar el ordenador o la tablet a diario…
  •  Dedican una parte mayor de su tiempo libre a realizar las tareas escolares y al estudio.

Como consecuencia de la adolescencia:

  • Los chavales experimentan cambios físicos: aparición del acné y del vello, aumento de la transpiración, cambios en los genitales…
  • Preocupación por sentirse parte del grupo y cumplir con sus estándares. Esto implica decantarse por un estilo que puede no haber sido el suyo hasta ahora. Este proceso forma parte de la búsqueda de una identidad propia.
  • Cambios bruscos de humor, impulsividad, irritabilidad.
  • Sentimientos encontrados sobre la separación de los padres: por un lado buscan ser independientes, pero el alejamiento de su núcleo de referencia también les provoca inseguridad.

En resumen, mientras su cuerpo sufre cambios físicos y psicológicos inherentes a la edad, deben adaptarse a nuevos hábitos escolares, sociales y de comportamiento.

¿Cómo podemos ayudarles?

Lo ideal es comenzar a prepararles antes de que llegue el momento, cuando los nervios todavía no han hecho aparición. Hablarles sobre los cambios que experimentarán. Explicarles que van a vivir una nueva etapa no solo como estudiantes, sino también como personas y que pueden considerarla como un «reseteo»: es un buen momento para intentar cambiar aquello de ellos mismos con lo que no estén a gusto. En algunos colegios, al final del último curso, el tutor dedica un tiempo a comentar con los alumnos aspectos de lo que se van a encontrar en secundaria e incluso tienen la oportunidad de visitar el instituto.

Como padres, debemos ser pacientes y comprensivos, aunque pensemos que «no es para tanto». Todos, en un momento dado, hemos debido enfrentarnos a lo desconocido —nuevo centro escolar, nuevo trabajo, un viaje, un cambio de hogar…— que nos ha hecho sentirnos inseguros y temerosos. Pongámonos en el lugar de nuestro hijo o hija y escuchémosle; la comunicación es primordial y debemos promoverla desde que son pequeños.

La comunicación de padres y madres con el centro también es importante. El intercambio de información con el tutor o los profesores debe ser fluido y no circunscribirse al momento en el que recibimos las calificaciones. Solo así podremos seguir los progresos de nuestros hijos durante todo el curso y evitar sorpresas inesperadas.

Asimismo, debemos preguntarles a ellos directamente cómo llevan las clases, qué tal es su relación con los compañeros y profesores… interesarnos por su punto de vista, con preguntas como «¿qué piensas tú sobre eso?» o «¿qué piensas hacer?». Sin embargo, hemos de hacer que se sientan libres de hablar y de expresar sus emociones. No se trata de un interrogatorio ni de juzgar. Es posible que tu hijo o hija no desee hablar o que responda con monosílabos a tus preguntas. En ese caso, no lo atosigues. Nuestra función es aportarle seguridad, dejarle saber qué estaremos ahí siempre que lo necesite. Y esto nos lleva nuevamente a nuestro primer consejo: si promovemos la comunicación fluida con nuestros hijos desde sus primeros años de vida, el proceso de transición será mucho más sencillo.

Como ya se señaló anteriormente, el instituto exige dedicar más tiempo a las tareas escolares, por lo que hay que organizar un nuevo horario en el que haya cabida para deberes, estudio, extraescolares, actividades complementarias o de apoyo en caso de que sean necesarias y, por supuesto, para el juego, el descanso y la buena alimentación. Es recomendable que nuestros hijos intervengan en la elaboración del horario, de esa manera sienten que se tienen en cuenta sus necesidades y les ayuda a aprender a organizarse por sí mismos.

Aunque la pubertad es una época de grandes alteraciones fisiológicas, psicológicas y emocionales, es importante que estemos atentos a cualquier cambio brusco, atípico o fuera de lo común. Si observamos reacciones, conductas o costumbres preocupantes, hemos de preguntarles. Si, no obstante, no nos quedamos tranquilos, nunca está de más hablar con el tutor de nuestro hijo, con un profesor de su confianza o con un especialista, si lo consideramos necesario.

Para terminar, no olvidemos que nuestro respeto, acompañamiento, ánimo y refuerzo son fundamentales porque, aunque ya no sean tan pequeños, nuestros hijos nos siguen necesitando en esta etapa clave de su vida: nuestro apoyo les ayudará a sacar adelante los estudios pero, sobre todo, a crecer y formarse como personas.

Uxue Montero

 

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